En un mundo hiperconectado, ni el extenso bloqueo de Estados Unidos ni su condición insular, pudieron convertir a Cuba en un paria de la red global, Internet. Aun cuando su situación está lejos de ser ideal, de su deprimido sistema de telecomunicaciones y de ataques virtuales en masa que recibe desde plataformas en EE.UU, el país es un laboratorio que transforma las agresiones en ingeniosas respuestas de sobrevivencia. El arquitecto Rodolfo Livingston tituló su recordado libro allá por 1992: “Cuba existe, es socialista y no está en coma”. El pensamiento de este urbanista argentino que murió el 6 de enero pasado a los 91 años, todavía explica a la isla casi tres décadas después.
En noviembre pasado, el gobierno de Joe Biden se negó a que los cubanos accedieran a más conectividad mediante el cable submarinoARCOS-1 USA, que vincula a Estados Unidos con catorce países en el Caribe, Centro y Sudamérica. El Departamento de Justicia le recomendó a la Comisión Federal de Comunicaciones que desaprobara el permiso porque la isla representa una “amenaza de contrainteligencia” para Washington.
La Habana respondió con la firma de un contrato entre la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba SA (ETECSA) y la compañía francesa Orange para desplegar otro cable submarino entre la isla caribeña de Martinica y la provincia cubana de Cienfuegos. La obra estará lista este año y según la sociedad estatal “dotará al país de una nueva ruta para servicios internacionales, diversificando geográficamente la conectividad actual”.
Es la segunda inversión de este tipo en la historia. En 2011 terminó la obra del tendido de fibra óptica entre Venezuela y Cuba que comenzó a utilizarse en enero de 2013. Este cable submarino conectó a Cuba a través de La Guaira – ubicada a 30 kilómetros de Caracas – con países como Jamaica, Haití y Trinidad y Tobago.
El asedio planificado y constante de EE.UU acercó a Cuba con la Unión Soviética en las primeras décadas de su revolución y ahora pasa algo semejante con China. Una delegación del gobierno visitó Beijing a fines de marzo. La integraba la ministra de Comunicaciones Mayra Arevich Marín que firmó un Acuerdo de Actualización sobre Ciberseguridad con la mayor potencia tecnológica mundial. Además los cubanos fortalecieron vínculos en telecomunicaciones, televisión digital y biotecnología.
Aunque la cifra no está actualizada, a 2022 se estimaba que había 7.700.000 usuarios con acceso a Internet en la isla sobre casi 11,4 millones de habitantes. Las restricciones que impone el bloqueo, la andanada de ataques a la soberanía del ciberespacio cubano y las limitaciones que aplica el gobierno para responder a campañas desestabilizadoras lanzadas desde Miami, no detuvieron los progresos de Cuba en la informatización de su sociedad y en su transformación digital.
Iroel Sánchez es un bloguero habanero de continua presencia en foros donde se discute el problema. Entre el 13 y 14 de marzo pasados intervino en el Coloquio Internacional sobre Comunicación Política Patria, en la Casa de las Américas. “Estamos en una guerra que es por la mente de las personas, y hay que hacer que todas esas personas sepan defenderse y participar en esa guerra, y dotarlas de los instrumentos no sólo para el análisis sino para la participación, y los que somos gobiernos revolucionarios, los que estamos en el poder, tenemos la obligación de ser ejemplares en eso, y pensar, además, que no se trata de un problema que hoy es de esta manera y ya cumplimos. Sino porque estamos en un proceso donde la evolución de las tecnologías es tal, que el aprendizaje tiene que ser constante y no para nosotros, para creernos que sabemos mucho, sino para nuestros pueblos”, declaró. Sánchez se pregunta también si América Latina es el patio trasero digital de Estados Unidos.
La situación de la isla en el espacio virtual es limitativa y no por los argumentos que da Estados Unidos, que acusa a La Habana de negarle el acceso a Internet a su población. En mayo de 2021 la Unión de Informáticos de Cuba señaló que eran más de cincuenta los sitios de información tecnológica y comercio electrónico que estaban bloqueados por el gobierno de Biden. Entre otros, la plataforma Zoom y el acceso a la Nube. Aun con todo eso en contra, las páginas de YouTube, Google y Facebook son de las más visitadas en la isla.
El año pasado, la ministra Arevich Marín decía que Cuba quería alcanzar “un 58% de cobertura poblacional móvil 4G, ampliar la red de acceso a la telefonía celular con 500 mil nuevos usuarios; ampliar la infraestructura para nuevos usuarios de Nauta hogar e incrementar la conectividad de las instituciones y entidades”. Nauta Hogar es un servicio que desde 2016 los usuarios contratan de modo temporal o permanente para utilizar en sus casas. También pueden conectarse desde las llamadas Salas de Navegación y los puntos de conexión inalámbrica Wifi.
Después de la primera conexión a Internet en la isla allá por 1996, de superar con holgura los 190 mil cubanos que podían acceder al servicio en 2008 y de la pandemia que profundizó la demanda de conectividad en pleno aislamiento, Cuba dio pasos clave para su desarrollo en este campo. A enero de 2022 el 68 por ciento de los habitantes estaba conectado a la red global. Aunque todavía la velocidad de navegación es lenta y la isla ocupa el puesto 202 entre 220 países – según la página https://www.cable.co.uk/broadband/speed/worldwide-speed-league/ – el tráfico de datos aumentó un 63 por ciento en 2022.
Aún en un escenario desfavorable que no cesa hace poco más de seis décadas por el bloqueo, de campañas contra Cuba que empezaron en 1960 con Radio Cuba Libre, de Radio Martí en 1986 durante los años de Ronald Reagan y de TV Martí en 1990 con George H.W Bush en la Casa Blanca, de la creación en 2018 durante el gobierno de Donald Trump de una Internet Task Force para operar contra la isla y otras usinas de descrédito en el mundo analógico y digital, la revolución cubana llegó hasta acá. Conectándose con el mundo pese a la hostilidad de la principal potencia militar del planeta.
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