El 19 de abril de 1943, los judíos celebraban Pésaj. La pascua hebrea recuerda el fin de la esclavitud a manos de los egipcios y el largo camino hacia la tierra prometida.
Miles de años después, los judíos de Europa enfrentaban el mayor calvario de su historia, el punto culminante después de siglos de antisemitismo, que habían llevado a la persecución y el pogrom: la política de exterminio de la Alemania nazi.
Los judíos de los territorios ocupados por el Tercer Reich fueron segregados en guetos, en condiciones de vida cada vez más precarias. En enero de 1942, la Conferencia de Wanssee estableció el destino de los confinados: iban a ser trasladados a campos de concentración, para ser aniquilados. Era la consumación de la «solución final». Mientras, el hambre y las enfermedades hacían lo suyo con quienes habitaban los guetos.
Pero el 19 de abril sucedió algo en el gueto de Varsovia. Las tropas alemanas fueron atacadas con granadas y bombas molotov y debieron retroceder. Era el inicio del levantamiento contra el nazismo, uno de los hechos de resistencia más conmovedores del siglo XX.
Nazis en retirada
La génesis del alzamiento hay que rastrearla tres meses antes. El 18 de enero de 1943, los nazis intentaron deportar a un contingente de judío del gueto hacia los campos, pero fueron repelidos por dos grupos organizados: la Unión Militar Judía (ZZV, su sigla en polaco) y la Organización de Combate Judía (ZOB). La primera estaba formada por exoficiales del ejército polaco. La segunda nació a mediados de 1942, cuando comenzaron las deportaciones a Treblinka.
La ZOB comenzó a buscar apoyos en grupos antifacistas, como Armia Krajowa, el principal grupo polaco de resistencia. Así como se generó la confluencia con la ZZV y se coordinó la acción de resistencia cuando en enero los alemanes quisieron encarar una segunda oleada de deportaciones. Los choques duraron cuatro días y las tropas ocupantes debieron retirarse en busca de refuerzos.
Un joven militante sionista de 23 años se destacó en la organización para frenar la deportación de enero. Mordechai Anielewicz se había convertido en comandante de la ZOB a fines de 1942, junto a un grupo de milicianos.
Uno de ellos fue Marek Edelman, que sería el último superviviente del grupo de cinco que lideraron el alzamiento. En 1977 concedió una entrevista a la periodista polaca Hanna Krall, que fue la base de Ganarle a Dios, un desgarrador testimonio sobre lo vivido en el gueto.
El alzamiento
Consultado por Krall, Edelman dijo que ellos no eligieron el 19 de abril para comenzar la revuelta, sino que fueron los alemanes. «Ese día tenía que comenzar la liquidación del gueto. Nos telefonearon del lado ario que los alemanes ya se preparaban, que ya habían rodeado los muros. El 18, por la noche, nos encontramos los cinco en casa de Anielewicz, el Estado Mayor en pleno. Quizás yo fuese el mayor: tenía veintidós años. Anielewicz era un año menor, en resumen, que entre los cinco sumábamos ciento diez años».
La resistencia adoptó forma de guerrilla. La ZZV armó una red de búnkers subterráneos y usaron los desagües. En el gueto quedaban unas 70 mil personas y los combatientes llegaban al millar. Enfrente, estaban los 3 mil soldados al mando de Jürgen Stroop. El final no podía ser sino la derrota de los alzados, que eran conscientes de la imposibilidad de vencer. «No podemos contar con nadie: ni con la Unión Soviética ni con nadie. Que nuestro acto desesperado sea una bofetada de protesta en la cara del mundo», anotó Hersh Berlinski en su diario.
Sin embargo, la lucha se extendió durante semanas. El 8 de mayo, el búnker en el que se encontraban Anielewicz y su novia, Mira Fuchrer, fue rodeado por las tropas de Stroop. Ambos se suicidaron. Ocho días más tarde, terminaron los combates. Habían muerto 7 mil habitantes del gueto. Stroop procedió a deportar a los sobrevivientes y dinamitó la sinagoga. Antes, sacó una foto que fue enviada a Heinrich Himmler, el jefe de las SS, junto a un informe que decía: «El gueto ya no existe». Es la foto de hombres, mujeres y niños, apuntados por los fusiles alemanes, que salen con los brazos en alto, con una mujer y un chico en primer plano.
Años más tarde, Zivia Lubetkin e Icchak Cukierman, dos de los dirigentes que se salvaron, fueron testigos en el juicio contra Adolf Eichmann en Jerusalén. Capturado en la Argentina, Eichmann había sido el encargado de montar la ingeniería del Holocausto, con los traslados en tren desde los guetos hacia los campos. El 6 de marzo de 1952, donde estuviera el gueto, Jürgen Stroop fue ahorcado por crímenes de guerra.
El recuerdo, 80 años después
Ocho décadas más tarde, el levantamiento será recordado en todo el mundo. Habrá actos centrales en Polonia e Israel. La Argentina no será ajena. Este miércoles, a las 18.30, habrá un acto en el Ministerio de Educación. Lo encabezará el ministro de Educación, Jaime Perczyk, y también hablará la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto y habrá representación del capítulo local de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto
La convocatoria es organizada por el Llamamiento Judío Argentino, la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina (ICUF) y otros grupos progresistas judíos.
En el acto en Educación habrá coros en simultáneo junto con actos paralelos que se harán al mismo tiempo en Brasil, Uruguay y Chile. También se pliegan Francia y Canadá. Y también habrá mensajes grabados. A su vez, en la Argentina habrá actividades en Córdoba, Santa Fe, Rosario, Mendoza y Lanús.
«Era una aventura imposible, decidieron resistir y enfrentar al enemigo», cuenta a PáginaI12 Pablo Gorodneff, secretario general del Llamamiento. «Eligieron cómo morir, muy jóvenes, con no más de 23 años», detalló. A su juicio, el levantamiento «muestra al judío como resistente, no solamente como víctima».