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Las fracturas de la historia única

Desde la visita del mandatario chino Xi Jinping a Moscú el 20 de marzo, la primera después de ser nombrado en su tercer mandato, hubo una seguidilla de visitas de presidentes y dirigentes a Beijing, antes de que Xi Jinping telefoneara a Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania. En ese lapso, algo notable comenzó a surgir: los juicios basados en una sola historia comenzaron a ser fracturados. Varias historias que estaban atrapadas y sometidas surgen de esa fractura. Veamos.

La agenda que el mandatario chino llevaba bajo el brazo a Moscú incluía la concreción de acuerdos comerciales, la ratificación de la inquebrantable relación entre China y Rusia, y la posibilidad de acuerdos de paz en el conflicto de Ucrania, en el cual China se ofreció como mediador. Tan es así que un mes antes de su visita, el 24 de febrero, fueron publicados los 12 puntos para trabajar en los acuerdos de paz.

De los doce puntos los dos primeros interesan para esta nota.

El primero dice esto: Respetar la soberanía de todos los países. La soberanía, la independencia y la integridad territorial de todos los países deben ser defendidas de manera efectiva. Pekín pide respetar estrictamente el derecho internacional universalmente reconocido por Naciones Unidas, lo que pasaría por el respeto de las fronteras de Ucrania.

El segundo pide abandonar la mentalidad de la Guerra Fría y dice así: Los intereses y preocupaciones de seguridad legítimos de todos los países deben tomarse en serio y abordarse adecuadamente. Este punto condena tanto el expansionismo de la OTAN como la decisión del Kremlin de invadir territorio ucraniano.

A buen entendedor, pocas palabras: la invasión del territorio ucraniano por parte de Rusia, si bien es una violación explícita de las relaciones internacionales, fue una respuesta al expansionismo implícito de la OTAN para debilitar a Rusia. Es decir, sean cuales fueren los términos de los acuerdos de paz, los intereses y las legítimas preocupaciones de seguridad valen tanto para Rusia frente a la OTAN como para Ucrania frente a Rusia. Por implicación diferida, vale también para los legítimos intereses de China con respecto a Taiwán, implícitamente asediada por EE.UU.

Mientras el presidente de Ucrania postula correctamente sus legítimos intereses y su seguridad para que los diálogos de paz prosperen, lo cual incluye el retiro de las tropas rusas del territorio ucraniano y la devolución de los territorios ocupados, el ministro ruso de Relaciones Internacionales, Sergei Lavrov, sostiene que la paz sólo puede avanzar bajo un nuevo orden mundial que asegure -postula correctamente- los legítimos intereses y la seguridad de Rusia. Por implicación diferida, una vez más, están en juego el respeto de los legítimos intereses y la seguridad de China, acosada tanto por las nuevas bases militares en Filipinas acordadas por su actual presidente, Bongbong Marcos, como por el tratado Aukus acordado por Australia, EE. UU. y el Reino Unido para enfrentar a China en el Indo-pacífico.

Macron y Lula visitan Beijing

Poco tiempo después de la reunión en Moscú de Xi Jinping y Vladimir Putin, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Gertrud van der Leyen, viajaron a Beijing. Las expectativas manifiestas en la prensa europea eran que Macron convenciera a Xi Jinping de que la UE es un socio más conveniente que Moscú. Expectativas de subjetividades capturadas por una sola historia. Tales expectativas o bien eran una expresión de deseos de la prensa europea o bien eran expresión de ceguera respecto de los intereses que mueven a los actores ajenos a las subjetividades que manejan los hilos en el Atlántico Norte.

Macron sorprendió una vez más a la opinión pública y sostuvo que la «autonomía estratégica» es necesaria para que la UE no sea mero sirviente EE.UU. Congruente con este enunciado, agregó que la UE no debería involucrarse en la situación de Taiwán puesto que éste no es un problema europeo, como sí lo es Ucrania. Las críticas llovieron de inmediato desde el Atlántico Norte. Entre ellas las del senador estadounidense Marcos Rubio.

No es la primera vez que Macron pronuncia declaraciones de este tipo. Ni tampoco es la primera vez que recibe críticas por ellas. En 2019, en Biarritz, se dirigió a los embajadores franceses ahí reunidos para alertarlos del declive de la hegemonía occidental. Más recientemente, en 2022, alertó sobre el fin de la abundancia en Europa, puesto que ya hay otros comensales en la mesa. En otro momento declaró que en la resolución del conflicto en Ucrania no debe humillarse a Rusia. Sin embargo, en su última y aparente boutade puede haber mucho más de lo que aparece a primera vista.

Macron regresó de Beijing el 7 de abril pasado. Ese mismo día fue cuando el ministro ruso Lavrov declaraba en Ankara que el conflicto de/con Ucrania podría resolverse «solo bajo un nuevo orden mundial» que tenga en cuenta los intereses de Rusia. 

Acto seguido fue la visita a Beijing del presidente de Brasil, Luiz Inacio «Lula» da Silva, con una agenda similar a la del presidente de Francia: establecer relaciones comerciales bilaterales y contribuir a resolver el conflicto que, en Ucrania, enfrenta el Atlántico Norte con Rusia.

Lula pronunció el mismo 7 de abril una opinión controvertida que Ucrania rechazó de plano: «Zelenski no puede quererlo todo», dijo Lula. En esta propuesta, Kiev debería ceder Crimea y Rusia debería ceder los territorios ocupados después del 24 de febrero de 2022, cuando inició la operación especial en territorio ucraniano. Sin embargo, durante su visita a Madrid, el presidente de Brasil modificó ligeramente su opinión sosteniendo que Ucrania debería mantener sus territorios y Rusia los suyos, sin especificar cuáles serían. Pero sea como fuere, no le corresponde al presidente de un Estado -por más encomiable que sea (y lo es) su iniciativa- establecer parámetros sobre los cuales deberían negociarse los acuerdos de paz, sin contemplar los intereses de los propios países involucrados. Por otra parte, ¿qué rol tendría la OTAN en tal propuesta?

A pesar de todo, la actitud y la propuesta de Lula no pasaron inadvertidas en la prensa del Atlántico Norte. Notaron que Lula asignó a Ucrania su parte de responsabilidad en los acontecimientos. Lo cual, señalaron, es una perspectiva distinta proveniente del Atlántico Sur.

En verdad, la idea y el sentimiento de que hay tres responsables del desastre es una opinión bastante común en el sur: la OTAN (EE.UU. y la UE), Ucrania al acceder a los diseños de la OTAN, y la operación especial de Rusia al invadir a Ucrania para defender su seguridad nacional y soberanía.

La Carta de la ONU

En la última reunión del G-20, Zelenski tuvo la oportunidad de exponer -vía Zoom- sus condiciones para posibles acuerdos de paz y planteó que «esta agresiva guerra rusa» debe terminar «de forma justa y sobre la base de la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional». Agregó que no está dispuesto a negociar a cualquier costo. En otra oportunidad manifestó que dos de estas condiciones serían que Rusia retire sus tropas de territorio ucraniano y devuelva los territorios ocupados, incluida Crimea.

Por otra parte, son conocidas las intenciones de EE.UU. Primero fue la intención de cambio de régimen en Moscú y, más recientemente, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, expresó: «Queremos ver a Rusia debilitada hasta el punto de que no pueda hacer el tipo de cosas que ha hecho al invadir Ucrania». Irak no fue mencionado aunque debe haber saltado a la mente de lectores y lectoras informadas. Y hasta la mente de Austin.

Por su parte, Lavrov, ante las Naciones Unidas, el 24 de abril pasado, agregó detalles al planteo de que los acuerdos de paz sólo podrán realizarse bajo un nuevo orden mundial que contemple los genuinos intereses de Rusia. No creo que tales genuinos intereses sean invadir a cuanto país se le ocurra, como presupone Austin. Hay razones específicas para la operación especial en Ucrania, y a ellas alude el punto 2 de los 12 propuestos por Beijing.

Más específicamente, Lavrov criticó los relatos que sostienen una historia según la cual solo existe un orden (unipolar) posible, un orden regido por normas cuyos creadores se arrogan el derecho de dictar quién obedece y quién las transgrede: «Al imponer un orden basado en normas -señaló el ministro ruso-, sus autores rechazan con arrogancia el principio clave de la Carta de la ONU, la igualdad soberana de los Estados. La quintaesencia del ‘complejo de exclusividad’ fue la ‘orgullosa’ declaración del jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, de que ‘Europa es un Jardín del Edén y el resto del mundo es una jungla’. Permítanme citar también la declaración conjunta de la OTAN y la UE del 10 de enero, que dice: ‘Occidente Unido utilizará todos los instrumentos económicos, financieros, políticos y militares de que disponen la OTAN y la UE para garantizar los intereses de nuestros mil millones'».

La postura de Lavrov levantó todo tipo de críticas que no dudaron en subrayar la hipocresía de su discurso, pronunciado mientras en Ucrania continúa la agresión rusa; aunque continúa también el envío de apoyo monetario y armamentista del Atlántico Norte.

Lavrov no es de los que se amedrentan ante los juicios y las sanciones proferidas en defensa de los valores del Atlántico Norte. Previendo las crítica, sostuvo que «la rusofobia oficial en Occidente no tiene precedentes, ahora el alcance es grotesco», según alegó en su encendido discurso. «No rehúyen declarar la intención de infligir no solo una derrota militar a nuestro país, sino también de destruir y fracturar a Rusia«.

Al decirlo, manifestó que el apoyo del Atlántico Norte a Ucrania es un rito de pasaje para lograr ese objetivo. Por eso, las negociaciones de paz no podrán realizarse sin el acuerdo de las tres entidades involucradas: Ucrania, Rusia y Estados Unidos que, de hecho, será apoyado por la UE. y la OTAN, y sin la seguridad de un nuevo orden mundial que ya no sea regido por una sola historia y su normatividad. La multipolaridad requiere la coexistencia de historias singulares en diálogo y cooperación, mientras que la unipolaridad requiere la obediencia a una sola historia.

El llamado de Xi Jinping a Zelenski

Después de que la anunciada y esperada conversación del mandatario chino con el presidente de Ucrania se concretara el 26 de abril, diversas perspectivas aparecieron en el horizonte. La agenda, como en los anteriores encuentros de políticos europeos con el gobierno de China, fue doble: las relaciones comerciales entre los dos Estados y la resolución del conflicto bélico en Ucrania. Lo cual, por cierto, es de considerable relevancia para China, como veremos enseguida.

De esta conversación sabemos algo del contenido, pero no de los términos en los que se pudieron haber planteado los escenarios posibles para solucionar el conflicto bélico. Fue una primera conversación y no se le pueden pedir peras al olmo. De las tres partes involucradas en los conflictos sabemos lo siguiente: El presidente de Ucrania reconoció públicamente la importancia de reestablecer relaciones bilaterales con China. Funcionarios de EE.UU. no cuestionaron tal conversación, tampoco claro está se entusiasmaron. Y Rusia, por cierto, apoyó los esfuerzos de China para mediar en el conflicto.

De la conversación surgieron, además y congruentemente con la renovación de los acuerdos comerciales entre China y Ucrania, el nombramiento de un embajador ucraniano en Beijing, así como su contraparte, el nombramiento un representante especial del gobierno chino para asuntos euroasiáticos. La diferencia en los cargos asignados a los representantes de cada país es significativa.

China podría estar sugiriendo a Zelenski que no sólo mire hacia el oeste, la Unión Europea, sino también hacia el este, la Unión Euroasiática, de la cual Rusia es un socio fundamental. No olvidemos que la frontera oeste de Ucrania linda con Europa y la frontera este con Rusia y, por lo tanto, con Eurasia. Zelenksi valoró «la oportunidad de utilizar la influencia política de China para restaurar la fuerza de los principios y reglas en los que debe basarse la paz».

Quizás esta declaración connote un poco más que la disputa con Rusia. Quizás Zelenski haya comenzado a reflexionar en la Franja y Cordón de la Seda, proyecto en el cual Ucrania está involucrada desde 2014. Y, por cierto, Ucrania es fundamental para el proyecto chino. Podría ser que la mediación de China en el conflicto esté ligada a la ubicación estratégica de Ucrania en el trayecto de Franja y Cordón de la Seda. Mientras que para la OTAN la ubicación estratégica de Ucrania sería para destruir a Rusia. Compleja la situación.

Por todo esto, es posible imaginar que Xi Jinping haya tenido paciencia para hablar durante una hora con un homólogo de baja estatura. Y no sería extraño que el mandatario chino hubiera conversado los términos de este diálogo con Putin, durante el último encuentro de ambos el mes pasado.

Una diferencia radical de interpretación

Las voces estatales de Ucrania, Rusia y China coinciden en que los acuerdos de paz deben negociarse respetando la Carta de las Naciones Unidas. Los Estados Unidos y la Unión Europea no lo mencionan. Lo cual no quiere decir que se opongan, sino que lo dan por sentado. Y hasta podrían imaginarse que la Carta los favorece, dado que asumen la historia única que sostiene el Atlántico Norte.

Sin embargo, hay una diferencia radical en la interpretación de la Carta por parte de Ucrania (y del Atlántico Norte que presta su apoyo), por un lado, y por parte de China y de Rusia, por el otro. Y es aquí donde comienzan a manifestarse las fracturas de una única historia y de un orden mundial basado en una sola historia.

Para los primeros, se trata de respetar la soberanía de Ucrania y por lo tanto condenar a Rusia. Para Rusia, y para China, se trata de respetar la soberanía de Rusia acosada por la OTAN detrás de la cual están EE.UU. con el apoyo de la UE. A esto se refiere Lavrov cuando insiste en que lo acuerdos de paz solo serán posibles bajo un nuevo orden mundial que respete los genuinos intereses de Rusia. Aquí aparece, de nuevo, la madre del borrego.

No se trata solo de lo que ocurre, sino de lo que se dice sobre lo que ocurre. ¿Quién cuenta la historia de lo que ocurre? La hegemonía del decir occidental, de la perspectiva unipolar que justifica la agresión en nombre de la seguridad para unos y la inseguridad para otros, ya fue fracturada. La cuestión de ahora en más es si la fractura es corregida y curada o si, por el contrario, las fracturas son tales que ya no será posible mantener la credibilidad en una sola historia defendida con las armas.

Tanto Xi Jinping como Wang Yi, director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores del Comité Central del Partido Comunista chino y el diplomático de mayor rango, como así también los voceros del gobierno ruso, insisten que los acuerdos de paz deben respetar la Carta de las Naciones Unidas. ¿Por qué esta insistencia de China y Rusia? Uno de los principios de la Carta es el respeto de la soberanía estatal. El capítulo VII es relevante: «Acción en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión». Una de las partes sólo ve la agresión a Ucrania. La otra ve la agresión a Rusia y a China.

Aquí es, precisamente, donde el problema de una sola historia, o historia unilateral, viene a cuento. La opinión generalizada es que los acuerdos de paz pueden sólo llevarse adelante si se respeta la soberanía del Estado ucraniano. Lo cual está fuera de cuestión. Pero cuando Lavrov sostiene que los acuerdos de paz sólo pueden realizarse bajo un nuevo orden mundial que atienda a los genuinos intereses de Rusia, está diciendo que la soberanía del Rusia está amenazada tanto por las armas como por las letras: la hegemonía de una sola historia. La mediación de China, al invocar la Carta de las Naciones Unidas, alude implícitamente a las amenazas de Estados Unidos en Taiwán y en el Indo Pacífico.

Por todo esto, las soluciones no pueden provenir de una sola historia, única y unilateral, en un momento en que el orden mundial se está desplazando de la unipolaridad a la multipolaridad. Xi Jinping y el gobierno chino entienden muy bien cuál es el nudo. Para Rusia este es el punto clave, sobre todo después de haber sido engañados en el acuerdo de Minsk de 2014, acuerdo que daba a Ucrania tiempo de reponerse y armarse, según declaraciones de la ex canciller Angela Merkel.

La conciencia de que el orden global mantenido por una sola historia es insostenible en la actualidad ya se manifestó cuando Xi Jinping y Vladimir Putin firmaron el acuerdo (el 4 de febrero de 2022) de trabajo conjunto destinado a promover una nueva era en las relaciones internacionales. El cambio de era que anuncia el acuerdo señala la presencia de las historias de «cooperación y beneficios mutuos» (win-win) que, por el momento, coexisten y coexistirán con la historia única que promueve bases militares necesarias para «la seguridad, el desarrollo y la paz en la región», cualquiera sea la región.

Los quiebres de la historia

No todo lo que brilla es oro. Por detrás de la cortina de humo de los comunicados de Washington y la prensa oficial tanto demócrata como republicana, hay voces eruditas y equilibradas que no llegan a los canales de televisión que repiten y defienden una sola historia, la del Atlántico Norte.

El New York Times y el Washington Post llamaron la atención sobre la reorientación que está cundiendo en los «países en desarrollo», los cuales comienzan a mirar hacia China, hacia la Unión Económica Euroasiática, desobedeciendo las órdenes de Estados Unidos.

En el discurso anunciando su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos por el partido demócrata, Robert Francis Kennedy Junior enfatizó que no conviene a los intereses nacionales de América propiciar que Rusia y China afiancen su colaboración. Notó también que la alianza gestionada por China entre Arabia Saudita e Irán indica que las estrategias de Estados Unidos en Medio Oriente (el Oeste Asiático) fueron decididamente menoscabadas y por lo tanto es necesario reaccionar pronto para evitar que la economía de Estados Unidos sufra las consecuencias.

También lo sugirió el historiador Andrew J. Bacevich, quien publicó un ensayo en Foreign Affairs (publicación que no es ni pro Rusia ni pro China, sino pro-USA), titulado «El ajuste de cuentas que no fue», cuyo subtítulo es más que explícito: «¿Por qué América continúa atrapada en sus falsos sueños de hegemonía?». Bacevich trazó la historia del «aventurismo» militar de Estados Unidos desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad y sugiere desmantelar el U.S. Central Command creado en 1983. El organismo que Bacevich sugiere desmantelar tiene, en su página web, una frase explicando su misión: el organismo dirige y habilita operaciones y actividades militares con aliados y socios para aumentar la seguridad y la estabilidad regionales en apoyo de los intereses de EE.UU.

Estas opiniones no son solo cuestiones digitadas entre varones, sino que también participan autoras que publican en Foreign Affairs. En enero del 2023, Mónica Duffy Toft, profesora de política internacional y directora del Centro de Estudios Estratégicos en la Escuela Fletcher de Leyes y Diplomacia en la Universidad de Tufts, y Sidita Kushi, profesora asistente en Ciencia Política de la Universidad Estatal Bridgwater, publicaron un ensayo en el que examinan las raíces de la adicción por la fuerza militar que pulula en Washington y argumentan que el crecimiento de China necesariamente limita la pasión Americana por el intervencionismo. 

Por su parte, Stephen Bryen, investigador principal del Yorktown Institute, argumenta que tanto Zelenski como Biden están en el camino de salida. El Yorktown Institute no es por cierto ni pro China, ni pro Rusia; ni menos aún pro Trump. Bryen argumenta que, dado que Biden se postula para la reelección, no querrá ningún cambio en el statu quo hasta que sea reelegido. Pero la reelección, sostiene el autor, se está volviendo cada vez más remota a medida que el presidente semisenil «tropieza y tropieza». Por lo tanto -concluye Bryen-, pronto Biden quizá deba colgar su andador y Zelenski buscar trabajo en California. La hegemonía de una sola historia se está quebrando por fuera y por dentro.

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