Soledad Núñez –ex ministra en Paraguay– aspira ser la vicepresidenta de su país como parte de la fórmula presidencial con Efraín Alegre, de la opositora Concertación Nacional. Es parte de la primera generación de mujeres de su familia que nació con derecho al voto en Paraguay. Tiene 40 años y una vida empeñada en romper paradigmas.
Núñez no tiene filiación partidaria y ganó reconocimiento al convertirse en ministra con 35 años. Pero ahora sumó fuerzas con el liberal Efraín Alegre para intentar hacer historia, hoy domingo, por partida doble: sería la primera mujer elegida vicepresidenta mediante el voto y al mismo tiempo, se estaría quebrando apenas por segunda vez, el dominio del Partido Colorado en más de 70 años. «Siento que si llego yo, llegamos todas», declaró Soledad Nuñez en una entrevista.
En 2018 hubo una vicepresidenta, la exmagistrada Alicia Pucheta de Correa. Pero llegó al cargo nombrada por el Ejecutivo del entonces presidente Horacio Cartes (2013-2018) tras la renuncia de Juan Afara.
Soledad Nuñez reivindicó durante la campaña la lucha que permitió a las mujeres de su país votar, a partir de la Ley de Derechos Políticos de la Mujer promulgada el 5 de julio de 1961. «Paraguay fue el último país en la región que aprobó el sufragio femenino. Mi mamá y mi abuela nacieron en un Paraguay donde ellas no podían votar. Yo soy la primera generación en mi familia que nace en un país donde las mujeres tenemos derechos políticos», sentenció. No obstante, advirtió que todavía existen «barreras intangibles».
«Cuando miramos la realidad, las mujeres todavía estamos subrepresentadas en los espacios de decisiones. Hay muy pocas mujeres en el Congreso , en las intendencias, en las juntas municipales», agregó la candidata.
Ingeniera y voluntaria
Nuñez estudió Ingeniería Civil siguiendo el consejo que su padre le dio para tratar de calmarla cuando con 17 años, expresó su indignación después de leer en la prensa que su país era el más atrasado en kilómetros de rutas asfaltadas. Se graduó años más tarde en la Universidad Nacional de Asunción en una promoción en la que las mujeres eran minoría y enfrentó comentarios de algún profesor que consideraba a la ingeniería una profesión para hombres.
«A mí eso nunca me dio miedo ni bajo ningún punto de vista, me sentí disminuida; por el contrario, para mí era una suerte de empuje para demostrar que las mujeres tenemos las condiciones y estamos capacitadas para hacer lo que queramos ser», respondió, al evocar esa época.
Ya como ingeniera pudo trabajar en la construcción de escuelas en zonas rurales. Posteriormente, cursó una maestría en gestión y dirección de proyectos de construcción en la Universidad Politécnica de Madrid y a su regreso al país, se convirtió en la directora de la organización Techo.
Ese trabajo, según relata, terminó «casi fortuitamente», al ser elegida ministra de la Secretaría Nacional de Vivienda y Hábitat. «No estaba en mis proyecciones ni en mi planificación personal ni profesional», afirmó y confiesa que aceptó el ofrecimiento de Cartes «con mucho temor», por ser independiente: «no teniendo el ropaje y el acompañamiento de ningún partido político».
Concluida esa gestión, estudió una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford. Regresó a Paraguay en 2019 y fundó una organización civil. En agosto pasado y después de haber anticipado su interés de competir por la candidatura a la Presidencia de la Concertación Nacional, se alió con Alegre. A largo plazo, asegura, «muy pronto Paraguay va a tener a una mujer como presidenta de la República»