Desde Roma
Quiénes son y cuántos son los enemigos del papa Francisco dentro de la Iglesia, de los que tanto se habla últimamente, es difícil saberlo con precisión. Pero se sabe que desde el principio de su pontificado, iniciado en marzo de 2013, tuvo que afrontar distintas batallas, especialmente con los sectores más conservadores de la Iglesia, en el mundo y también dentro del Vaticano.
Algunos exponentes de la prensa italiana sostienen que una de las molestias más grandes para Francisco son las habladurías y rumores sin fundamento que circulan entre los cardenales, obispos, y otros miembros de la Iglesia, y que él ha criticado repetidamente. Ya en 2020, había advertido que los conflictos y antagonismos derivan muchas veces de las habladurías internas. Últimamente hizo referencia a esas habladurías calificándolas como “la peste más grande” dentro de la Iglesia. Y calificó a los charlatanes que llevan adelante los rumores como “laureados en habladurías”. “Las habladurías son un arma letal: matan, matan el amor, matan la sociedad, matan la hermandad”, dijo Francisco pocos días después de la última Navidad.
El libro de monseñor Gänswein
Desde que falleció el Papa emérito Benedicto XVI, el 31 de diciembre pasado, las polémicas contra Francisco han vuelto a renacer. Y algunos lo atribuyen al hecho de que Benedicto, que no pensaba igual a Francisco sobre muchas cosas de la Iglesia pero lo respetaba como Papa, mientras vivió le sirvió de “paraguas protector”. Y por eso, ahora que no está más, las polémicas se han incentivado. Y hay quienes hablan de que muchos cardenales ya están pensando en un nuevo cónclave y en los posibles candidatos para el nuevo Papado.
Se sabe, porque lo dijo él mismo, que Francisco tiene una carta de renuncia preparada y que presentará en caso de que considere que no puede ir adelante, por razones de salud, ya que tiene 86 años y problemas en una rodilla, u otras razones que no fueron especificadas. Sin duda las polémicas ardientes dentro del Vaticano lo agotan mucho más.
Uno de los personajes que ha despertado esas nuevas polémicas es el prefecto de la Casa Pontificia (prefecto pero en realidad sin funciones), monseñor Georg Gänswein, secretario de Benedicto por muchos años, y que pocos días después de su muerte presentó su libro titulado “Niente altro che la veritá” (Nada más que la verdad, escrito junto con el vaticanista Saverio Gaeta), donde habla de su vida junto a Benedicto XVI y describe el Vaticano desde adentro, incluyendo críticas a Francisco.
Gänswein recuerda en el libro la posición de Benedicto, completamente diferente a la de Francisco, respecto a varios temas. Uno de ellos el reconocimiento de los homosexuales que nunca quiso aceptar Benedicto, pero también la masonería, que el Papa emérito combatió desde que era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio o Santa Inquisición). Según Gänswein, la masonería en cambio aplaudió la elección de Francisco.
Luego de la aparición del libro, Francisco lo citó en audiencia privada en la Biblioteca del Palacio Apostólico. Pero nada se informó oficialmente sobre los contenidos de ese encuentro.
Las tensiones entre Gänswein y el Papa Francisco al parecer iniciaron hace tiempo. En 2020, Francisco lo retiró de su cargo como Prefecto de la Casa Pontificia, aunque le conservó el título, diciéndole que se ocupara exclusivamente del papa Ratzinger con quien vivía en el ex monasterio Mater Eclesiae, dentro del Vaticano. Gänswein dijo sentirse un prefecto “reducido a la mitad”, cuando Francisco le dijo que dejara su cargo. Dijo además sentirse perdido y castigado sin saber por qué. “La esperanza de Benedicto de que yo me convirtiera en lazo de conexión entre él y su sucesor, fue un poco ingenua porque después de algunos meses tuve la impresión de que entre el nuevo Pontífice y yo no se lograría crear un clima de confianza”, escribió Gänswein respecto a Francisco.
Con Benedicto, además, Francisco tenía muchas otras diferencias, como el uso del latín en las celebraciones religiosas. Francisco celebró el funeral de Benedicto en la Plaza de San Pedro, el pasado 5 de diciembre, mayormente en latín, como seguramente le habría gustado al Pontífice fallecido que amaba el idioma que hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) era obligatorio en la Iglesia y que después no lo fue porque se quiso difundir la religión en los idiomas locales. En 2007 Benedicto permitió nuevamente las misas en latín para evitar divisiones dentro de la Iglesia de parte de sectores ultraconservadores. Pero Francisco el año pasado revocó esta decisión desatando el malhumor de los más conservadores.
Según el diario italiano La Repubblica, la muerte de Benedicto XVI “no es sólo una cuestión litúrgica” sino que se está transformando en un “enfrentamiento político” contra Bergoglio.
El Papa “comunista”
En su Pontificado de primer Papa argentino y primer jesuita, Francisco fue dando pasos que le desencadenaron duras críticas de los sectores más conservadores de la Iglesia. Él amaba hablar de la Teología del Pueblo que, desde el punto de vista ético, tiene el deber de luchar por la justicia social, la igualdad de derechos y la redistribución de la riqueza, es decir “Tierra, casa y trabajo” según sus palabras. Y por conceptos como éste fue acusado de “marxista y comunista” por los sectores más conservadores de la Iglesia, varios de ellos de Estados Unidos. Comparten este punto de vista, según sostienen expertos vaticanistas, muchas multinacionales y sobre todo fabricantes de armas, dado que el Papa Francisco insiste en condenar las guerras y el armamentismo, como en el último mensaje de Navidad “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo).
“Cuando Francisco habla de pobreza algunos dicen que es marxista o comunista -explicó a la prensa Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede- , simplemente porque no conocen a los Padres de la Iglesia antigua que miles de años antes del marxismo y del comunismo han dicho cosas muy fuertes sobre la atención de los pobres y el uso del dinero”.
Pero la oposición al papa jesuita también la han manifestado varios cardenales, como aquellos que se opusieron a admitir la comunión para las personas divorciadas que Francisco había aceptado. Otro tema conflictivo fue el sínodo sobre la Amazonía de 2019, donde se abordó la posibilidad de dar una mayor participación a las mujeres en las celebraciones religiosas y ordenar sacerdotes a hombre indígenas ya casados, para que llevaran la comunión a la gente que vive en la selva y que no tiene posibilidad de recibirla de otra manera.
El cardenal australiano Pell
El cardenal australiano George Pell, que falleció en Roma el pasado 10 de enero, fue uno de los ocho cardenales elegidos para formar parte del Consejo de Cardenales, que fue creado por el Papa Francisco para ayudarle a reformar la Curia Romana. En 2014 Francisco lo había nombrado prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede. Pero presionado por Francisco se vio obligado a renunciar a causa de las acusaciones por abusos sexuales que surgieron en su país, Australia. En 2019 fue encarcelado y Francisco lo erradicó de todas sus funciones en la Iglesia y en el Vaticano. Sin embargo, tras algo más de un año en prisión, la Corte Suprema de Australia, anuló la condena. Después de la muerte de Pell se descubrió que había sido él el autor de un texto anónimo enviado a los cardenales comentando negativamente decisiones del Papa y diciendo en síntesis: el pontificado de Francisco es “un desastre desde muchos puntos de vista”, es “una catástrofe”.
Polémicas sin fin
Las polémicas contra Francisco no se detendrán – y él es consciente de eso- porque él ha impuesto serias reformas dentro de la Iglesia y del Vaticano que molestan a muchos. Se trata por ejemplo de la “tolerancia cero” en materia de abusos sexuales -de la que ya hablaba Benedicto- denunciando a los acusados para que sean procesados por la justicia de cada país, cosa que antes los obispos “solucionaban” cambiando de sede a los prelados acusados sin denunciarlos.
Pero también respecto a la malversación de fondos del Vaticano, mediante una reforma que cambió seriamente varios sectores de la curia. La compra entre 2014 y 2018 de un super lujoso edificio en el centro de Londres, usando fondos de la secretaría de estado vaticana y del Obolo de San Pedro (dinero destinado a la caridad), desató un escándalo que terminó en un proceso que todavía se está haciendo dentro del Vaticano y lleva ya 43 audiencias. Entre los acusados el cardenal Angelo Becciu, que en ese entonces estaba en la secretaría de estado y que ordenó la compra, pero también financieros, abogados y colaboradores de Becciu. En el 2021 el papa sustrajo a la secretaria de estado el manejo de los fondos pasando todo a la nueva Secretaría para la Economía guiada por el jesuita español Juan Antonio Guerrero Alves.
Y las nuevas investigaciones judiciales que se reabrirán dentro de poco en el Vaticano por el caso de una joven de 15 años, hija de un empleado vaticano, Emanuela Orlandi, desaparecida en junio de 1983 y de la que nunca más se tuvo noticias, podrían sacar a relucir otros problemas internos de la Santa Sede con los que tendrá que lidiar Francisco.
Las investigaciones podrían terminar en un nuevo proceso. En el proceso original por el caso Orlandi, que fue archivado por la justicia vaticana en 2015, se habían elaborado muchas hipótesis, algunas que implicaban a sectores de la mafia de Roma, otras que hablaban de tramas internacionales dentro del Vaticano y otras que suponían que el secuestro estaba ligado al terrorista turco Mehmet Ali Agca que había disparado contra Juan Pablo II en la plaza de San Pedro en mayo de 1981 y en el momento del secuestro de la joven estaba en la cárcel. Pero ninguna de estas sospechas llevó a descubrir la verdad, ni siquiera los restos de la joven fueron jamás encontrados. Su hermano, Pietro Orlandi, que nunca abandonó el caso, presentó nuevas denuncias al Vaticano hace más de un año y posiblemente estas son las razones que motivaron las nuevas investigaciones que ha iniciado la justicia vaticana.
La renuncia de Francisco
Sobre una eventual renuncia de Francisco, el cardenal alemán Gerhard Ludwig Mueller, quien fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2012-2017), aclaró la situación. Las renuncias “pueden ser instrumentalizadas”, dijo, y la renuncia de Benedicto “fue instrumentalizada por grupos que no aceptan al actual pontífice”. Estos sectores de la Iglesia “crean divisiones y esto es doloroso y grave”. Claramente “papa Ratzinger no tenía esta intención pero todo puede ser instrumentalizado. Por eso propongo crear una legislación vaticana que determine cual es la posición del Papa que renuncia, aunque sea una situación excepcional”, concluyó.