El gobernador de Florida, Ron DeSantis, presentó este miércoles su postulación para la investidura republicana de cara a las presidenciales de Estados Unidos de 2024. DeSantis, de 44 años, formalizó la candidatura en un documento entregado a la comisión electoral federal horas antes del lanzamiento mediático de su campaña a través de una charla con Elon Musk en Twitter.
La candidatura del gobernador de 44 años suscita esperanzas para los republicanos que buscan una alternativa al expresidente Donald Trump, cuyas ideas comparte, pero no los excesos.
DeSantis se perfila como el mayor rival de Trump, de 76 años, por la investidura republicana. El vencedor de esas primarias afrontará en noviembre de 2024 al candidato elegido por el Partido Demócrata, muy probablemente el presidente Joe Biden.
Una figura conservadora
Hay algo «nixoniano» en DeSantis, dijo a la agencia EFE el analista y periodista republicano Alfonso Aguilar, quien señala que al presidente Richard Nixon (1969-1974), que debió dimitir por un escándalo de escuchas telefónicas ilegales, «no le gustaba hablar con la gente».
Trump, que probó en la campaña de 2016 contra la «corrupta (crooked) Hillary» Clinton que motejar a los rivales da buenos resultados, le ha endilgado a DeSantis el apodo de «DeSanctimonius», un juego de palabras con el apellido del gobernador floridano y la palabra «mojigato» en inglés. Antes de que se convirtiera en un rival de cara a las primarias lo llamaba el «guerrero conservador». Ambos calificativos le calzan bien.
DeSantis se presenta como un hombre religioso y amante de su esposa Casey y sus tres hijos y no ha dado pie a escándalos en su vida privada, algo de lo que Trump no puede presumir. Es católico, su boda en los parques Disney la ofició un sacerdote de esa religión, pero se muestra muy cercano con los protestantes y cada vez que puede recita versos de la Biblia.
Demuestra ser implacable con quienes no piensan como él o se oponen a sus políticas. «Cruel» es uno de los adjetivos que le suelen dirigir con más frecuencia sus detractores. Al actual gobernador de Florida, que en noviembre pasado ganó la reelección con incuestionable holgura, se le atribuye ser el máximo responsable de que este estado del sureste de Estados Unidos haya abrazado el color rojo, el del Partido Republicano, después de haber formado parte de los estados sin patrón de voto fijo .
Radical con la Covid 19
Sí en su primer mandato se caracterizó por su postura en contra de los cierres de negocios, de los encierros y de los certificados de vacunación frente a la covid-19, en este segundo se ha abocado a una guerra contra los postulados progresistas (woke), un término surgido de la lucha contra la injusticia racial, mediante la reformulación del marco legal del estado para hacerlo ultraconservador.
La lucha sin piedad contra la inmigración ilegal es uno de sus caballos de batalla de cara a las primarias, pese a las advertencias de que afecta negativamente a la economía del estado.
Antes de anunciar su candidatura, el Congreso estatal, de abrumadora mayoría republicana, aprobó leyes sugeridas en algunos casos por él como la prohibición del aborto a partir de las seis semanas de embarazo, la eliminación de los programas de diversidad racial en universidades públicas o la prohibición de tratar de asuntos relacionados a la identidad de género y la orientación sexual en las escuelas, por citar algunas.
Una de esas leyes, la conocida como «No digas gay» lo enfrentó con el gigante del entretenimiento Disney, que, tras criticarla públicamente, acabó privado del autogobierno que ejerció durante más de medio siglo en sus parques en Florida e inició una batalla judicial contra DeSantis, que es graduado «cum laude» de las universidades de Harvard y Yale.
Antes que gobernador, fue miembro de la Marina, asesor legal de la fuerzas especiales en Irak y fiscal en la prisión de Guantánamo para acusados de terrorismo.
En 2018, DeSantis, un congresista casi desconocido, ganó las elecciones a gobernador de forma sorprendente tras contar con un apoyo decisivo de Trump desde la Casa Blanca. Desde entonces se ha convertido en una estrella ascendente en la derecha de Estados Unidos con políticas muy conservadoras en asuntos como la educación, el aborto o la inmigración.
Sus iniciativas ultraconservadoras le han brindado una amplia cobertura mediática y una reelección triunfal en noviembre de 2022. Pero la batalla por la investidura republicana revelará si su nuevo estatus en el partido es suficiente para imponerse a Trump. Numerosos sondeos le dan una amplia ventaja al expresidente frente al gobernador, aunque esos resultados deben tomarse con cautela ya que aún faltan meses para las primarias.
La principal diferencia entre los dos candidatos reside, sobre todo, en sus actitudes. Para muchos, DeSantis, hijo de una familia de clase trabajadora, tiene un grave déficit de carisma frente al exuberante magnate inmobiliario. Su temperamento es menos explosivo que el de Trump y cuando está incómodo o enojado se le nota, pero controla su ira. También es menos simpático y conecta menos naturalmente con la gente que su rival. «DeSantis necesita desesperadamente un injerto de personalidad», se burló Trump este miércoles por la mañana.
«Anunciar su candidatura en Twitter es perfecto para DeSantis. Así no tiene que interactuar con nadie», ironizó unos de los asesores de Trump en una conversación con la AFP.
«Injerto de personalidad»
Las hostilidades entre ellos empezaron bastante antes de la entrada de DeSantis al ruedo. Trump lleva semanas multiplicando las críticas a su rival en sus redes sociales y en sus actos de campaña, mientras que DeSantis ha contraatacado a su manera, más sutil, recordando lo que más le duele al expresidente: su derrota en las últimas presidenciales contra el demócrata Joe Biden.
Al gobernador de Florida le espera una lucha encarnizada contra el multimillonario neoyorquino, un hombre inmune a los escándalos, cuyos líos judiciales parecen movilizar aún más a sus numerosos seguidores.
En su campaña, DeSantis podrá contar con donaciones generosas –110 millones de dólares hasta la fecha— con las que espera acortar la distancia y inundar el país con anuncios.
En un video reciente del comité de acción política del gobernador, un hombre pone una pegatina «DeSantis presidente» en la carrocería de un auto, por encima de una con el lema «Trump 2016». El anuncio resume el mensaje que el gobernador quiere transmitir a los electores: frente al magnate de 76 años, DeSantis quiere encarnar a la nueva guardia del Partido Republicano.
En su libro «The Courage to Be Free: Florida’s Blueprint for America’s Revival» («El coraje de ser libre: el plan de Florida para el renacimiento de Estados Unidos»), publicado en febrero, reveló su «manual» para un político: «esté dispuesto a liderar, tenga el coraje de sus convicciones, cumpla con sus electores y coseche las recompensas políticas».
Los demás candidatos declarados en la carrera republicana —Nikki Haley, Tim Scott, Asa Hutchinson— superan rara vez el cinco por ciento de las intenciones de voto en las encuestas, por lo que todo apunta a un duelo entre el gobernador de Florida y el hombre que lo impulsó.