El Reino Unido entró en su invierno de descontento con una serie de huelgas en curso y más por venir que ponen en jaque al gobierno de Rishi Sunak a un mes de asumir el cargo. Ni el auspicioso comienzo de Inglaterra en el mundial de fútbol ha aguado el plan de lucha de distintos sindicatos que no descartan una huelga general, la primera desde 1926.

Los recortes fiscales de 30 mil millones de libras anunciados en el presupuesto hace más de una semana acicatearon las protestas que abarcan al grueso del sector público y a parte del privado. Botón de muestra de la amplitud del descontento de un país poco inclinado a las huelgas y manifestaciones, es la votación del Colegio de Enfermería a favor de una medida de fuerza por primera vez en 106 años.

Pasar la navidad y el invierno

Las protestas llegan en dos momentos clave: la época pre-navideña y el invierno. La modalidad son huelgas escalonadas. Este jueves y viernes 70 mil trabajadores universitarios se declararon en huelga y volverán a hacerlo el martes próximo.

Lo mismo sucede con el sector postal. Los trabajadores del correo fueron a la huelga el miércoles 23 y planean seis medidas de fuerza hasta el dos de diciembre que afectará de modo parcial o total el servicio postal. Los trabajadores rechazaron un aumento salarial del 2%, a años luz del 11-12% de inflación a nivel nacional.

Otro sector que anunció huelgas que se realizarían en la semana previa a las navidades es el servicio fronterizo que exige un aumento del 8% frente a la oferta del 3%. Entre los empresarios del sector de alimentos el pánico es palpable. La medida de fuerza descalabraría la distribución de bebidas, pavos y comidas festivas que se redobla en esta época del año crucial para los balances de las empresas.

La vanguardia de las protestas es el transporte público. Entre este sábado que paran los trenes hasta el 17 de diciembre que irán a la huelga los colectivos, todos los servicios se verán afectados. Este viernes los trabajadores del subte comienzan su huelga en cinco servicios de la capital. Los colectiveros planean 10 paros hasta el 17 de diciembre.

Los empleados públicos se han sumado a la ola de protestas con un voto a favor de una huelga a mediados de diciembre. En el sector salud, según el “Daily Telegraph”, el servicio de enfermería, paramédicos y personal hospitalario están planeando paros coordinados que “podrían paralizar durante las fiestas navideñas un Servicio Nacional de Salud que está a punto de eclosión”. En el sector privado ha habido medidas de fuerza en las empresas de bebidas, alimentos y hasta en Amazon.

El salario del miedo

Los salarios del sector público están prácticamente congelados desde que los conservadores fueron electos en 2010 y reelectos en 2015, 2017 y 2019. En el servicio de Enfermería, heroínas y héroes de los dos años de pandemia, hay 47 mil vacantes no cubiertas, un agujero en un Servicio Nacional de Salud (NHS) en crisis: la cifra se duplica cuando se considera al total de la fuerza laboral hospitalaria.

Las enfermeras que se encuentran al comienzo de su carrera y escala salarial se han convertido en asiduas clientes de los bancos de comida, centros que dan bolsas de alimentos gratis a los sectores de menores ingresos. “No vamos a seguir tolerando esta situación. Los ministros tienen que mirarse en el espejo y preguntarse cuánto tiempo más vamos a tener que soportar esto”, señaló Pat Cullen, secretaria general del Royal College of Nursing (RCN), que nuclea al servicio de enfermería.

En respuesta el gobierno ha apelado a una vieja herramienta de los años 70: estigmatizar a los sindicatos y acusar a la oposición laborista de estar detrás del conflicto. Pero los tiempos han cambiado.

Con salarios congelados o rezagados, aumento de precios energéticos y la más alta inflación en cuatro décadas, la población dejó de consumir el cuento de los sindicatos vagos, rojos y politizados. “No parece la mejor línea de ataque político decir que el laborismo está del lado de las enfermeras y el Servicio Nacional de Salud”, reconoció el semanario conservador The Spectator.

Los números de la austeridad

La pobreza y la indigencia crecieron a ritmo constante en estos 12 años de austeridad conservadora y se multiplicaron con la pandemia y la guerra. El crecimiento de los bancos de alimentos, sostenidos por donaciones, es una muestra. Hoy existen unos 1300 bancos de alimentos, que fueron utilizados durante el verano por más de 145 mil familias, un incremento del 40% respecto al año previo.

No solo el número ha crecido: la composición de los usuarios está cambiando. “Una buena parte de los que usan estos bancos son gente que cobra el seguro de desempleo y otros beneficios sociales. Pero cada vez más estamos viendo que entre los usuarios hay trabajadores porque sus salarios no guardan paridad con el aumento del costo de la vida, de la electricidad y el gas y otros ítems fundamentales para la supervivencia”, señala Gill Fourie, manager de un banco de alimentos en la ciudad norteña de Blackburn.

Las cosas no mejorarán con la amenaza del gélido invierno a la vista. La llamada pobreza energética (dedicar más del 10% de los ingresos a gas y electricidad) superó los tres millones y se agravará en los próximos meses por el aumento de los precios: para muchas personas la opción será la calefacción o la comida.

La recesión económica completa un panorama aciago. La autárquica Oficina de Responsabilidad Presupuestaria ( OBR, según la sigla en inglés) estima que la recesión es del 1,4% del PBI, la peor de Europa y que en los próximos dos años la caída del nivel de vida será del 7%, un retroceso de ocho años en el poder adquisitivo.

Los más pobres y las clases medias serán los más afectados. Un 40% de los británicos, que están pagando hipotecas inmobiliarias, están comenzando a pagar sustanciales aumentos de las tasas de interés. En algunos casos, rondan las 700 libras mensuales (cerca de mil dólares).

El presupuesto de Sunak

El 25 de octubre Rishi Sunak se convirtió en el tercer primer ministro del año sustituyendo a Liz “la breve” Truss, que duró 45 día en el cargo, record en la larga historia británica. El legado de Truss fue un desastroso presupuesto ultra neoliberal que disparó una corrida sobre la libra, provocó un alza de las tasas de interés que se cuadruplicó en lo que va del año y disparó los pagos de intereses de la deuda.

El 17 de noviembre, Jeremy Hunt, cuarto ministro de finanzas de este 2022, calmó a los mercados con el anuncio de un nuevo presupuesto que deshacía el mamarracho presentado en septiembre por el dúo dinámico Truss-Kwasi Kwarteng (tercer ministro de finanzas y el de más corta duración de la historia). El mensaje de Hunt fue similar al que dio el 22 de junio de 2010, al comienzo de la larga austeridad conservadora, el entonces flamante ministro George Osborne: la prioridad es sanar las finanzas públicas para no dejarle una insoportable deuda a las generaciones por venir.

Pero la fórmula del ajuste de Hunt presenta notorias variantes porque el margen de maniobra de los conservadores se ha achicado. Hunt recortó el gasto público en 30 mil millones de libras, pero al mismo tiempo, aumentó los impuestos en 25 mil millones. A diferencia de Osborne, no dudó en sacarle banderas al laborismo anunciando que buena parte del incremento impositivo recaerá sobre los que ganan más de 125 mil libras al año y que las compañías energéticas que tendrán que pagar una renta especial del 35% hasta 2028. Por el momento, el presupuesto y el profesionalismo del dúo Sunak-Hunt calmó las aguas en los mercados. Las encuestas muestran que los laboristas tienen una ventaja de 17 puntos sobre los conservadores (45 a 28 en intención de voto). Pero los conservadores han recuperado terreno en cuanto a la percepción pública del manejo de la economía.

 A pesar de la eterna austeridad y el descalabro de los pasados dos meses, los laboristas solo le llevan un punto de ventaja en este terreno: los estoicos británicos de a pie parecen aferrarse a esa percepción tradicional que pinta a los conservadores como responsables en lo fiscal y económico. Estas percepciones históricas son duras de domar, pero el tiempo no juega a favor de los conservadores. Las elecciones son en 2024: el aumento impositivo y los recortes se harán sentir de lleno con la aplicación del presupuesto el próximo año. El descontento no se limita a la oposición, las clases medias y los sectores más postergados. En la derecha conservadora rechazan el aumento impositivo, equivalente a arriar las banderas del «Trickle down» (derrame) que el partido ha sostenido durante tanto tiempo. El invierno del descontento será largo. Ni una victoria en el mundial logrará atenuar el impacto.