Desde Brasilia
La barbarie desatada hoy Brasilia, con la probable venia de Jair Bolsonaro, fue peor que el asalto al Capitolio, del cual se inspiró. Miles de simpatizantes del exmandatario cercaron, y buena parte de ellos invadió el Palacio del Planalto, donde funciona la presidencia, así como las sedes de los poderes Legislativo y Judicial.
Las primeras columnas llegaron a las tres de la tarde a la avenida principal de Brasilia luego de haber recorrido unos seis kilómetros desde el Cuartel General del Ejército, cuyas autoridades les dieron cobertura desde el 30 de octubre cuando se acantonaron allí para demandar un golpe de Estado y denunciar el avance «comunista» que encarnaría Luiz Inácio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT).
Con banderas brasileñas y camisetas de la selección de Neymar, ingresaron a Planalto subiendo la misma rampa que hace exactamente una semana había recorrido Lula tomado del brazo de un líder indígena, una chica recicladora de residuos y un sindicalista antes de prometer la «reconstrucción» del país y la democracia.
Una vez ingresados en el Planalto cargaron contra todo: muebles, decorados y obras de arte de grandes maestros modernistas, detestados por Bolsonaro y su esposa, la militante evangélica Michelle.
Barbarie nazi
Desde Araraquara, en el interior de San Pablo, Lula fustigó a los «vándalos nazis» que desataron la «barbarie en Brasilia» y prometió que los reponsables serán identificados y detenidos.
Con evidente enojo y sin dar margen de dudas se refirió a Bolsonaro como un «genocida» y lo acusó de «estimular la invasión a los tres poderes» algo que hizo «siempre que pudo». «Esto es responsabilidad de él», remató.
El presidente anunció su decisión de regresar a la capital lo antes posible y ordenó la intervención federal de la seguridad, ante la omisión de la policía brasiliense, de sabida simpatías por Bolsonaro.
Agua de coco
La afinidad policial con los sediciosos saltaba a la vista en a tarde de este domingo. Un agente prefirió ir hasta un puesto ambulante a comprar agua de coco antes que restablecer los bloqueos sobre la Explanada de los Ministerios, la avenida que recorre la ciudad de oeste a este y concluye en el Planalto, la Plaza de los Tres Poderes y el palacio de Supremo Tribunal Federal.
Otro indicio de la complicidad fue la ausencia en Brasilia del secretario de Seguridad Pública, comisario Anderson Torres, exministro de Justicia de Bolsonaro, que viajó a Florida a pesar de los indicios claros de la insurrección. Torres ya había sido negligente ante el levantamiento bolsonarista del 12 de diciembre, día en el que Lula recibió el diploma de gobernante electo junto a su vice, Geraldo Alckmin.
Ante esa seguidilla de indicios de complicidad con el golpe, Lula ordenó que la Abogacía General de la Unión solicite el arresto de Torres quien, según trascendidos, se habría reunido con su jefe Bolsonaro en Orlando, estado de Florida.
Ejército
El flamante comandante del Ejército , general ,Julio César de Arruda no pudo o no quiso (esta segunda opción parece más probable) levantar el campamento, tal como lo había dado a entender al ministro de Defensa, José Múcio Monteiro.
La tolerancia castrense con estas bandas a las que consideran «manifestantes con derecho a expresarse» deja en claro hasta donde llegó la bolsonarización de las Fuerzas Armadas con las que deberá lidiar el gobierno democrático del que forman parte ministros de varios partidos.
En otro momento de su discurso Lula también advirtió que podrá tomar medidas frente a funcionarios que no cumplan su responsabilidad, expresión que podría ser una advertencia al conservador ministro Múcio, quien más de una vez parece ser el representante de los militares en el gobierno. En lugar de hacer valer las órdenes de Lula dirigidas al partido militar.
Al contrario de Múcio Monteiro, el ministro de Justicia, Flavio Dino, montó un gabinete de crisis y prometió ir hasta el hueso con las investigaciones sobre quienes realizaron el alzamiento pero también sobre los autores intelectuales y quienes los financiaron.
Alrededor de las ocho de la noche unos 170 inconformes comenzaron a abandonar el Planalto y el Congreso, parte de ellos esposados, y luego embarcados en vehículos policiales.
Prófugo
Desde que partió hacia Orlando, en el sur estadounidense, Bolsonaro comenzó a ser tipificado como un virtual prófugo de la Justicia por dirigentes de campo democrático, como el senador Randolfe Rodrigues, jefe de la bancada del gobierno. Según estos dirigentes Bolsonaro estaría en pánico ante la posibilidad de ir preso.
Esto se debe a que varias causas contra el otrora presidente emigrarán del Supremo a la primera instancia donde se torna cada vez más probable que algún juez decrete la prisión preventiva. Entre los varios procesos abiertos en su contra están los que le imputan actos antidemocráticos perpetrados entre 2020 y 2022, período en el que incitó al golpe atacando a jueces y fogoneando a su base para que asalte los palacios en Brasilia.
Cabe suponer que a partir de los 170 detenidos de este domingo y otros apresados recientemente por actos terroristas surjan más indicios que compliquen la situación del capitán retirado que la semana pasada fue filmado deambulando por un supermercado estadounidense con aspecto desconcertado.
El plan A del dirigente en fuga sería permanecer en Florida, incluyendo una temporada en el resort del expresidente republicano Donald Trump, donde será mejor recibido que en las tiendas del Partido Demócrata, del actual gobernante Joe Biden.
Alexandra Ocasio-Cortez, diputada demócrata, tuiteó este domingo que «dos años después de que el Capitolio fue atacado vemos un movimiento tratando de hacer lo mismo en Brasil, Estados Unidos no debe conceder refugio a Bolsonaro en Florida».
Por cierto la comparación de la diputada progresista se ajusta al realidad. Pero es insuficiente: el asalto de este domingo incluyó a los tres poderes, en Washington fue solo uno. Y en Brasilia hubo la simpatía u omisión de las Fuerzas Armadas, algo que no ocurrió en Washington.
La segunda opción de fuga del jefe ultraderechista Bolsonaro podría ser buscar refugio en Italia, donde su familia ya inició los trámites para obtener la ciudadanía.
Fernández y Biden
La repercusión internacional del alzamiento golpista fue inmediata. El presidente argentino, Alberto Fernández, que recibirá a Lula el 23 de enero en Buenos Aires , fustigó el «intento de golpe de Estado».
«Quienes atentan contra la democracia merecen no solo la sanción legal que corresponda, sino también el rechazo absoluto de la comunidad internacional», reforzó Fernández, titular pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (Celac) que seguramente tratará los hechos de este domingo en su reunión.
«Lula no está solo, cuenta con el apoyo de las fuerzas progresistas de su país, de México, del continente americano y del mundo», tuiteó el presidente mexicano López Obrador. que hace una semana convidó a Lula para que visite su país.
El asesor de seguridad nacional estadounidense, Jake Sullivan, que el mes pasado se reunió con Lula en Brasilia, aseguró que Washington «condena cualquier intento de minar la democracia en Brasil. El presidente Biden está siguiendo de cerca la situación y nuestro apoyo a las instituciones democráticas es inquebrantable».
Expresiones de apoyo a la democracia y contra los sediciosos fueron manifestadas por los presidentes de Colombia, Francia, Gustavo Petro y Emmanuel Macron.
El alerta de la comunidad internacional fue inmediato este domingo. Siguiendo la misma urgencia observada tras los comicios del 30 de octubre cuando varios líderes reconocieron el triunfo de Lula, advertidos de caldo desestabilizador que se cocinaba en el Palacio de Alvorada, residencia oficial por entonces ocupada por Bolsonaro .