El domingo 20 de agosto, además de la elección presidencial, en Ecuador se asistirá a otra competencia de naturaleza subterránea, aparentemente de menor alcance, pero con importantes repercusiones a futuro, que tiene a las derechas como principal protagonista.

Si bien siguen existiendo las diferencias tradicionales y la histórica rivalidad entre la oligarquía de la costa establecida en Guayaquil y los sectores poderosos de la sierra con asiento central en Quito, hoy en este país andino se asiste a un escenario de transición y recambio en la composición de fuerzas de una derecha que parecía agotada y sin posibilidades claras de renovación, una vez concluido el desastroso gobierno de Guillermo Lasso

En este sentido, el sistema político ecuatoriano terminó depurándose y por primera vez se asistirá a una elección presidencial sin la participación de las figuras más populares y caudillescas de la derecha más rancia y tradicional. Con Lasso fuera de la competencia por decisión propia, resultan notorias las ausencias de Jaime Nebot, Abdalá Bucaram, Lucio Gutiérrez y Álvaro Novoa.

Más allá de las diferencias en cuanto a los intereses de los sectores representados, todos ellos están caracterizados por una similar ideología basada en el populismo, el personalismo, el autoritarismo, la desconfianza hacia las instituciones y los valores democráticos y, principalmente, por el alineamiento directo con los Estados Unidos y la defensa inclaudicable del neoliberalismo y del libre ejercicio de las fuerzas de mercado.

El gobierno de Rafael Correa, entre 2007 y 2017, activó a las más variadas expresiones de la derecha que, pese a todo, no pudo coincidir en fórmulas unitarias opositoras debido a las constantes desavenencias entre sus dirigentes y por las diferencias entre los distintos grupos empresariales del Ecuador que financiaban a sus personeros políticos.

La dinámica dentro de las derechas comenzó a cambiar ya durante la presidencia de Lenín Moreno, quien en 2017 había sido elegido como sucesor de Correa pero que, antes de su primer semestre de gobierno, ya se ubicaba dentro de las filas de la oposición anticorreísta. Sin embargo, una crisis económica cada vez más profunda, sumada a la tragedia sanitaria en la respuesta estatal al Covid 19 terminaron por debilitar al máximo la figura de Moreno.

El forzoso exilio de Correa frente a la avanzada judicial en su contra, junto con una impensada y breve alianza electoral entre Guillermo Lasso y Jaime Nebot –dos históricos rivales– alimentaron las expectativas de la derecha en la elección presidencial de 2021 la cual ganó Lasso.

Pero la severa crisis en la seguridad, sumada a una economía sin rumbo y sólo para beneficio de los grandes capitales, terminaría por sellar el destino de Lasso y el de una dirigencia tradicional de derecha cada vez más aislada de las necesidades y urgencias de la ciudadanía. Esas derechas, afectadas por una baja ponderación pública, sólo parecen capaces de apadrinar a dirigentes más jóvenes e inexpertos en materia política.

Ecuador concurre a las urnas con la exclusión de Rafael Correa, su figura política más relevante constituida en el eje de la escena política desde su llegada al poder hace casi dos décadas. En su lugar, Luisa González, una dirigente desconocida hasta hace tres meses por el electorado ecuatoriano, tiene la oportunidad de triunfar en primera vuelta y volver a consagrar al correísmo como una fuerza hegemónica.

Pero las condiciones han sufrido cambios en las últimas semanas. La violencia general imperante y el asesinato del candidato Fernando Villavicencio, terminó por posicionar a la inseguridad como el principal eje de debate de la campaña presidencial, desplazando otros asuntos de urgente revisión como la crisis económica en la que el país está inmerso desde hace ya un lustro.

Las últimas encuestas revelan que desde el atentado, habrían aumentado las chances de dos candidatos directamente involucrados con la problemática de la inseguridad. Uno es el periodista Christian Zurita, reemplazante del candidato asesinado, cuya campaña incorporó de manera central la lucha contra la inseguridad asociándola a la denuncia del sistema de corrupción que, según su discurso, se habría originado durante el gobierno de Rafael Correa.

El segundo beneficiario de la inseguridad es Jan Topic, apadrinado por el Partido Social Cristiano de Jaime Nebot, la figura más llamativa en el panorama actual. Este ex miembro de la Legión Extranjera de Francia se presenta como un “Rambo ecuatoriano”, aunque seguramente apunte a convertirse en una versión local de Nayib Bukele, el mandatario salvadoreño con fama internacional por su embate contra maras y pandillas.

En la nueva agenda política, mucho más simplista y efectista, la derecha prefiere discutir en torno al aumento de las penas y la construcción de cárceles, antes que encontrar alternativas viables y complejas frente al 46% de pobreza en zonas rurales, el 22% de pobreza extrema en todo el país o ante más del 23% de desnutrición infantil crónica a nivel nacional.

Más allá de si algún candidato gane en primera vuelta, lo cierto es que las expresiones de la derecha jugarán su propia elección interna, en medio de una dinámica transformadora incentivada por la violencia y la crisis que cotidianamente se vive en Ecuador pero, también, por una oleada internacional que no parece tener freno en un corto plazo.