Ser migrante para una mujer es mucho más difícil que para un hombre. No sólo por las diferencias culturales del país de donde se proviene que seguramente la cargan de culpas por haber partido, sino también por las diferencias y discriminaciones que debe afrontar en el país donde llega.

Y a esto hay que agregar los abusos sexuales que acarrea consigo. No sólo en su país natal donde tal vez fue sometida a mutilación genital, sufrió violencias domésticas, debió casarse con quien le indicó su familia cuando quizás tenía sólo 12 años o fue violada por guerreros si su país estaba atravesando una guerra. Sino también los abusos que puede haber sufrido en el largo recorrido que tuvo que hacer para llegar a Europa.

Traficantes

Muchas de las mujeres que escapan de sus países, de países de África como Níger o Sudán por ejemplo, sufren abusos sexuales de parte de los traficantes de seres humanos a quienes debieron pagar por el viaje. Sobre todo si viajan solas, a menudo para reunirse con su marido que ya está en Europa. También pueden ser abusadas y obligadas a la prostitución en los presuntos lugares de “recepción” (en realidad de detención) donde llegan, por ejemplo en Libia, para después cruzar el Mediterráneo cuando los traficantes se lo permiten. Otras son obligadas a prostituirse cuando llegan a Europa donde los traficantes les quitan el pasaporte y ellas no son capaces de denunciarlos porque las amenazan de venganzas sobre la propia familia que quedó en África. Ha sido el caso comprobado de numerosas jóvenes provenientes de Nigeria y detectadas en Italia.

Pero muchas de ellas no saben los riesgos que corren y piensan, como muchos de los migrantes hombres, que pagar a los traficantes será suficiente para llegar al nuevo mundo que permitirá concretar sus sueños.

“Las refugiadas (se entiende las que escapan de países en guerra o de persecuciones) son las más afectadas por la violencia respecto a cualquier otra población femenina del mundo”, escribió la investigadora Silvia Sansonetti en una investigación que hizo para el Parlamento Europeo en 2016. Y las cosas no han cambiado mucho desde entonces.

En mayo de 2022, según ACNUR (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados) más de 100 millones de personas escapaban de sus países a causa de persecuciones, conflictos, violencia, violaciones de los derechos humanos. A fines de 2021 habían sido 89 millones. Italia es uno de los países donde llegan más refugiados y migrantes en Europa.

Las migrantes en Italia

Las mujeres han sido siempre una parte importante de las migraciones extranjeras en Italia, según el Centro de Estudios e Investigación IDOS y el Instituto de Estudios Políticos “San Pio V” que publicaron un libro sobre el tema, “La migraciones femeninas en Italia. Recorrido de afirmación más allá de la vulnerabilidad”. Y en los últimos años la migración de mujeres está aumentando

Generalmente se trata de mujeres dinámicas, indicó la investigación, con mucha fuerza, autónomas, protagonista de la propia vida pero dejadas al margen o condenadas a posiciones subalternas por los modelos de organización social y económica vigente en el país donde llegan, que a menudo da más valor a los hombres y a la ciudadanía de la persona, generando una considerable discriminación.

Si bien no hay datos super actualizados a causa de la pandemia, se sabe que hasta el 2021 las mujeres representaban casi el 51% de los residentes extranjeros en Italia, es decir en torno a 2,6 millones. Pero sólo el 42% de ese porcentaje son mujeres ocupadas. Y no se trata de trabajos de gran nivel, aunque las mujeres extranjeras muchas veces tienen un más alto nivel de preparación que los hombres migrantes.

El trabajo en negro está muy difundido entre los migrantes, en particular las mujeres. De las trabajadoras regulares, es decir a quien los empleadores pagan sus contribuciones jubilatorias y otros beneficios, el 87% están empleadas en tres áreas: colaboradoras domésticas, empleadas en el cuidado de las personas y empleadas para la limpieza de oficinas o negocios. En Italia ellas tienen solo esas tres opciones laborales mientras los hombres migrantes tienen 12 opciones en distintas áreas y los italianos 45, según el libro.

A nivel doméstico, el 70% de las personas que trabajan son extranjeras y entre ellos, el 85% son mujeres. Muchas y muchos provenientes de países como Marruecos, Rumania, Albania, India, Filipinas, entre otros.

A veces, hay que decirlo, existen problemas de comunicación porque los extranjeros no aprenden fácilmente el idioma, sobre todo porque hay pocos centros de asistencia a los migrantes que los ayuden en este sentido. Y otras veces porque ellos mismos rehúsan presentarse a estudiar, por vergüenza o por cansancio, después de un día de trabajo.

Nivel educativo

Pese a todo, las mujeres extranjeras en general tienen un nivel educativo más alto que los hombres migrantes. Según un informe de la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales (FRA), un tercio de las mujeres migrantes tiene un título universitario. Pero así y todo, no consiguen más o mejores trabajos. Hay que destacar que ellas deberían hacer legalizar en Italia los títulos de estudios que consiguieron en sus propios países. Pero esto no es una tarea fácil y requiere dinero. Lamentablemente hay muy pocos centros de asistencia a los migrantes que agilicen estos trámites.

La situación de las mujeres extranjeras en Italia a este nivel, parece reflejar sin embargo las tendencias generales que hay en Eurpoa y el mundo, donde las mujeres tienen un grado más alto de educación que los hombres pero son menos incluidas en el mundo del trabajo. A veces porque pagar a una mujer significa pagar también los meses de permiso dedicados al nacimiento de un hijo o del cuidado del bebé. Para los hombres eso casi no existe, aunque últimamente se alargó para ellos a más días el permiso por nacimiento.

No obstante todo, las mujeres trabajan y pese a que en general son menos pagadas que los hombres migrantes que trabajan en la misma área, mandan dinero a sus familias en África, Asia , América Latina, contribuyendo con las llamadas remesas, a mejorar incluso la situación económicas del propio país. Las remesas de las mujeres latinoamericanas que trabajan en Europa o en América Latina, han sido siempre contribuciones importantes para los propios países.

Pero hay algo que queda claro que pese a todo ser mujer y extranjera, y a veces ser de color café o café con leche, todavía hoy es una señal de vulnerabilidad por la que las mujeres migrantes pagan a alto precio.