El día 25 de noviembre es celebrado cada año en Argentina como “Día de la Libertad Religiosa”, dado que en el contexto histórico, el 25 de noviembre de 1981 se produjo la proclamación por parte de la Asamblea de las Naciones Unidas de la “Declaración sobre la Eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones”. Esto significa, concretamente, que todas las personas tienen el derecho a tener sus propias convicciones -tanto religiosas como ideológicas- y que nadie puede prohibir esto, ni discriminar o perseguir a alguien por lo que cree y piensa. Estoy muy agradecido como musulmán, al tener el derecho de practicar libremente mi religión en nuestro país.

No obstante, desde mi lugar -nací, me crié y viví toda mi vida en Occidente- siento que “Sharia” es probablemente el término islámico más malentendido y malinterpretado en nuestras sociedades. Observamos desde nuestra mirada los acontecimientos en el mundo musulmán y llegamos muchas veces a una conclusión precipitada y errónea. Sea el terrorismo, el fundamentalismo, la persecución violenta contra las minorías, el maltrato hacia la mujer o cualquier otro conflicto social, se cree que la ley islámica es la culpable de todos los males. En nuestro país también hay algunos que han desarrollado la idea de que el islam es incompatible con la paz y que la Sharia es un obstáculo para la libertad, la democracia y nuestros ideales.

Sin embargo, “Sharia” significa literalmente en árabe “camino” y hace alusión a todos los valores morales y espirituales imprescindibles para vivir en armonía con el Ser Divino y su creación. La Sharia se basa en los siguientes pilares: el Sagrado Corán, la tradición y los dichos del profeta Muhammad, el fundador de la religión.

Cabe señalar que los seguidores del islam están divididos hoy en día en más de 70 corrientes y cada una tiene su propia forma de interpretar la fe. Entonces, no es solo imposible homogeneizar al mundo musulmán, sino que es una falacia definir a la Sharia por su aplicación en un país y/o por la interpretación que hace de ella una agrupación en particular. Asimismo, merece la pena cuestionar la postura de atribuir ciegamente los delitos de un individuo musulmán o los problemas sociales de una sociedad mayormente musulmana, a la religión del islam. Se ignora que la definición no solo del islam sino de cualquier religión, no se debe basar en lo que afirma un seguidor o hace una institución en nombre de tal religión, sino en lo que enseña tal religión desde sus propias fuentes originales.

De hecho, es primordial clarificar que la Sharia se arraiga en el ejercicio del libre albedrío y en la libertad de religión. Imponer mandamientos islámicos a los demás en nombre de Al’lah es una contradicción a los principios básicos del islam. (Corán 10:100) Por ejemplo, si bien el velo es un mandato coránico para la mujer musulmana, el mismo texto sagrado prohíbe categóricamente el uso de la coacción en asuntos religiosos. (Corán 2:257). Una musulmana puede usar el velo como símbolo de su espiritualidad únicamente por su propia elección y convicción. Ningún hombre y ninguna entidad tienen el derecho de intervenir o imponerlo en nombre de Dios.

Otro error común es acusar a la religión por el maltrato hacia la mujer que existe en algunos países de mayoría musulmana. Ya hace 14 siglos el islam anunció la igualdad entre ambos géneros y se le otorgó a la mujer el derecho a elegir libremente a su marido, a divorciarse, a manejar sus propiedades, a heredar, a obtener educación, a ser una parte activa y productiva de la sociedad. El profeta Muhammad elevó el estado de la mujer hasta ese punto y declaró que el mejor entre sus adeptos es aquel que sostiene la mejor conducta hacia su esposa.

En conclusión, la Sharia, en realidad, es un garante de la libertad de religión. Por lo tanto, el profeta Muhammad, en su función adicional como gobernante de Medina, una sociedad pluralista y multiconfesional, estableció la separación del Estado y la religión. Si hay musulmanes que usurpan los derechos de los demás, es solo porque rechazan las enseñanzas del islam, o las ignoran por completo.

En fin, como representante de la Comunidad Musulmana Ahmadía, cuyo lema es “Amor para todos, odio para nadie”, expreso mi posición en pos de fomentar la libertad religiosa.

* Marwan Sarwar Gill es Imam (teólogo islámico) y presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina.