Página/12 en Perú
Desde Lima
“Dina asesina, el pueblo te repudia”, coreaba una bulliciosa multitud que este jueves se manifestó por las calles de Lima: la consigna se escuchó en distintas ciudades del país. Con banderas peruanas –varias con el color negro reemplazando las franjas rojas en señal de duelo por las víctimas de la represión– miles de personas tomaron las calles del centro de la capital. La jornada de protesta comenzó alrededor del mediodía y se prolongó hasta la noche. La policía que había tomado el centro de la ciudad reprimió la protesta. Hubo enfrentamientos entre policías y manifestantes, que continuaban al cierre de esta nota. En medio de esos choques, en la noche se desató un gran incendio en un viejo inmueble del centro histórico, cerca de la Plaza San Martín, centro de la movilización. Las llamas se alzaban varios metros, el humó comenzaba a cubrir la zona. El inmueble estaba vacío, pero los vecinos de lugares cercanos tuvieron que evacuar con lo que se podían llevar rápidamente ante la posibilidad que el fuego se extienda. Había desesperación. Al cierre de esta nota no se había informado la causa del incendio.
Muchos manifestantes aymaras llegados desde la altiplánica región de Puno agitaban la bandera wipala de los pueblos originarios. También se levantaban carteles y se coreaban consignas exigiendo la renuncia a la presidencia de Dina Boluarte, además de elecciones para este año, repudio al Congreso que controla la derecha, pedidos de una Asamblea Constituyente y sanción a los culpables por los muertos de la represión. Otros manifestantes exigían también la libertad de Castillo.
Una lenta masacre popular
En medio de las multitudinarias protestas antigubernamentales en la mayor parte del país, dos muertes más se sumaron a la negra lista de la represión. En la provincia de Macusani, en la región de Puno, la campesina Sonia Aguilar murió el miércoles de un balazo en la cabeza, disparado por la policía. Hubo varios heridos, uno ellos, Salomón Valenzuela, que recibió un impacto de bala en el tórax y murió este jueves.
Ya suman más de medio centenar los fallecidos por la represión, de los cuales 44 han muerto por disparos de las fuerzas de seguridad. El gobierno y la derecha parlamentaria y mediática respaldan a las fuerzas de seguridad denunciadas por disparar contra manifestantes y criminalizan a quienes se movilizan exigiendo la renuncia de Boluarte, acusándolos de “violentistas” y “terroristas”.
En la noche del jueves, mientras los enfrentamientos entre policías y manifestantes en el centro de Lima continuaban, y ya se conocía de un muerto en Arequipa, la presidenta Boluarte dio un mensaje en el que calificó el comportamiento de la policía como “inmaculado”. Habló de “protestas violentas” y acusó a los manifestantes de querer “generar caos y desorden para tomar el poder” y de buscar “quebrar el estado de derecho”. En referencia a las acciones de protesta contra su gobierno, señaló, en tono amenazante, que “los actos de violencia generados en diciembre y enero no quedarán impunes”. Pero no dijo una palabra sobre los muertos por disparos de las fuerzas de seguridad, a las que volvió a respaldar, y las demandas para que no queden impunes. Sobre esa letal violencia oficial que ha causado las muertes que han indignado a la población que protesta no habló de sanción. Una confirmación que el gobierno apuesta a la impunidad de las fuerzas de seguridad que han disparado contra manifestantes.
Las movilizaciones de este jueves en la capital, las principales ciudades del país y provincias, se realizaron durante una jornada de paro nacional convocado por la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP) –la principal central sindical del país– y organizaciones sociales. Y continúan los bloqueos de rutas.
La «toma de Lima»
La jornada tuvo como eje una gran marcha en Lima, que está bajo estado de emergencia y amaneció el jueves con las principales plazas y calles del centro de la ciudad cercadas por contingentes policiales. El Palacio de Gobierno y el Congreso fueron rodeados por policías y tanquetas. Según información oficial, el gobierno movilizó 11.000 policías en la ciudad para seguir la marcha de protesta, quienes lanzaron bombas lacrimógenas contra grupos de manifestantes. Los choques entre policías y manifestantes se repitieron durante toda la jornada y se intensificaron en la noche. La policía lanzaba bombas lacrimógenas, grupos de manifestantes respondían arrojando piedras, botellas y adoquines que desprendieron de las veredas.
A la capital llegaron miles de pobladores desde distintas regiones –en especial andinas– para concentrarse en una masiva movilización en el centro político y económico del país con una marcha llamada “la toma de Lima”. Se movilizaron durante días en caravanas de camiones y buses con multitudinarias despedidas en su lugar de origen. En los pueblos por los que iban pasando eran recibidos con aplausos, gritos de aliento y donaciones de agua, frutas y alimentos.
Los manifestantes que llegaron a la capital desde el interior del país salieron a las calles desde el mediodía de este jueves. Se alojaron en dos universidades, locales de organizaciones sociales y casas de familiares y se dirigieron caminando hacia el centro de la ciudad, juntándose en el camino. Después se sumaron pobladores de Lima. No hubo una dirección unificada y distintos grupos se movilizaron cada uno por su lado, dispersando la multitud por diferentes calles del centro de Lima.
«Dina Boluarte asesina»
En una banderola se leía “Dina Boluarte asesina renuncia. Elecciones este año”. En otra, “Cierre del Congreso corrupto”. Una mujer llevaba un cartelón con la foto de la presidenta con la inscripción “DiNazi”. En otro se había escrito “Dina Balearte”. Mientras caminaban por el centro de la ciudad, bajo la amenazante mirada de un gran número de policías, la multitud coreaba “Perú, te quiero, por eso te defiendo”.
“No habrá democracia, no habrá paz, si la señora Boluarte no escucha al pueblo que exige su renuncia”, declaró a Página/12 el secretario general de la CGTP, Gerónimo López. Todos los manifestantes consultados coincidieron en que además de Boluarte, tiene que renunciar el titular del Congreso, a quien en caso de que dimita la presidenta, le tocaría reemplazarla: es el ultraderechista general en retiro José Williams, acusado de violaciones a los derechos humanos contra campesinos en los años 80, una figura inaceptable para las multitudes que se movilizan en el país. “La lucha seguirá si renuncia Boluarte y Williams se quiere quedar. Él también tiene que irse”, dicen en coro los manifestantes.
Un dialogo a los tiros
Boluarte ha propuesto un diálogo con quienes llegaron a Lima para exigir su renuncia, pero al mismo tiempo dijo que sus demandas son “inviables” y los ha acusado de “querer quebrantar la institucionalidad del país”. Leonela Labra, estudiante de historia y presidenta de la Federación de Estudiantes del Cusco, le responde: “Desde el primer día de su gobierno nos ha criminalizado, ha asesinado a nuestros compañeros que han salido en su justo derecho a manifestarse en contra de este gobierno. Cómo la señora Boluarte dice querer dialogar, cuando están apuntándole con un arma a nuestros compañeros, cómo se puede llamar a un diálogo cuando ponen un arma sobre nuestras cabezas. En esas condiciones no se puede dialogar con este gobierno”.
El llamado a una Asamblea Constituyente es otra exigencia que se escucha con fuerza en las calles. “Tiene que haber referéndum para que el pueblo decida si quiere o no una Asamblea Constituyente. Porque los congresistas se oponen a esa salida democrática”, señala Leonela. Una reciente encuesta indica que 69 por ciento respalda una Asamblea Constituyente.
De Cusco a Lima
La abogada Florencia Fernández también llegó desde el Cusco para protestar en Lima. “Venimos de una ciudad histórica como el Cusco donde consideramos que el grito libertario de Túpac Amaru no ha concluido. A la presidenta le dicen ‘Balearte’ porque usa las balas antes que la palabra. Ella dice que es la primera mujer presidenta del Perú, nosotras le decimos que ella no es un orgullo para las mujeres porque ha matado a nuestros hijos”. Hace una pausa y agrega: “Que sepa la prensa internacional que mi patria está al borde de una guerra civil por esta clase política que lo único que ha hecho es destrozar la democracia”.
Eugenio Allcca es un agricultor de Apurímac, la tierra de Dina Boluarte. “Ella es una asesina, tiene las manos manchadas con la sangre de más de cincuenta peruanos, no nos representa, es una vergüenza para los de Apurímac”, dice con una indignación que se hace más notoria cuando responde sobre las acusaciones de terroristas del gobierno contra los manifestantes. “Nos tildan de terroristas, narcotraficantes, nos dicen campesinos ignorantes, somos el pueblo que está luchando para reclamar sus derechos. Aquí no hay terroristas, el verdadero terrorismo está en el Estado. Hay que seguir esta lucha con fuerza, no hay que tener miedo”.
En opinión de Svetia Fernández, de la Asamblea Regional de los Pueblos de Tacna, región fronteriza con Chile, lo que se está viviendo en el Perú “es un momento histórico, un hito para la lucha popular de nuestro país, donde las clases más oprimidas, que han sido relegadas durante muchos años, se manifiestan después de todos los atropellos que se han cometido a lo largo de la historia”
La profesora Olga Mamani, venida desde la sureña región de Moquegua, dice que “la muerte de nuestros compatriotas nos ha causado un dolor intenso que ha hecho que nos movilicemos. Queremos paz con justicia. Este es un momento histórico que tiene que ser de triunfo”.
Estas son las voces que protestan, las voces que los grandes medios peruanos, donde desfilan políticos, analistas y exmilitares que criminalizan la protesta y piden más represión, ocultan. Un manifestante grita: “El ´terruqueo´(acusaciones falsas de terrorismo) no nos va a detener”. Otro lo sigue: “El pueblo somos la mayoría y la mayoría va a ganar”.