El asesinato de Fernando Villavicencio a manos de presuntos sicarios colombianos se volvió el rostro más reconocible de la ola de asesinatos que en los últimos meses se llevó la vida de políticos y dirigentes sin distinguir ideologías. El último caso fue el de Pedro Briones, un dirigente del correísmo asesinado este lunes en Esmeraldas por una herida de bala. Sin actos multitudinarios, algunos de los candidatos presidenciales retomaron este martes sus actividades proselitistas. A días de los comicios del 20 de agosto, los analistas creen que este escenario favorece a quienes prometen mano dura contra el crimen organizado.
Ola de crímenes sin fin
Los asesinatos de dirigentes políticos se concentran en la costa y en especial en las ciudades de Esmeraldas, Manta y Guayaquil. Estas zonas son claves para las bandas criminales que controlan la ruta del narcotráfico y usan los puertos ecuatorianos como grandes transportadores de la cocaína que llega a Estados Unidos y Europa, procedente principalmente de Colombia y Perú.
En estas elecciones extraordinarias la primera víctima mortal fue Rider Sánchez, candidato a asambleísta por Esmeraldas de la alianza Actuemos, que lidera el exvicepresidente Otto Sonnenholzner, al ser tiroteado mientras se movilizaba en su vehículo. Sólo cinco días más tarde ocurrió el asesinato de Agustín Intriago, el alcalde de Manta, la tercera ciudad más poblada de Ecuador, que en las elecciones de febrero había sido reelecto con el 61,25 por ciento de los votos.
El atentado contra Intriago sacudió al país en medio de una campaña electoral donde la crisis de inseguridad y de violencia del crimen organizado fue prácticamente el único tema de discusión sobre la mesa. En esa espiral de violencia ocurrió el asesinato de Fernando Villavicencio, entre cuyos sospechosos como presunto autor intelectual está «Fito», capo de la banda criminal Los Choneros, a quien el propio periodista y exasambleísta había señalado como posible autor de las amenazas de muerte que había recibido días antes.
Sin embargo tanto su familia como su colega Christian Zurita, quien asumió su candidatura aún pendiente de aprobación, apuntan también a cinco exasambleístas a los que Villavicencio acusó en abril de planear un posible atentado contra su vida con sicarios. Nunca antes el crimen organizado se había atrevido a realizar un ataque contra un político de esa importancia, mucho menos en la capital, que se presume alejada de la violencia de la costa del Pacífico, centro de operaciones de carteles que exportan cocaína.
Sin que se resuelva el asesinato, por el que están detenidos seis colombianos, el hecho generó un terremoto político: es funcional a los candidatos que prometen acabar con la violencia mediante la fuerza del Estado, como es el caso del derechista Jan Topic. Sin presentar pruebas, seguidores y parte del círculo cercano de Villavicencio señalaron que Correa, acérrimo rival del difunto cuando estaba en el poder, está detrás de su muerte, aunque la justicia no relaciona al correísmo con el crimen.
El propio Correa reconoció el impacto negativo de esa «campaña miserable» de cara a las elecciones del 20 de agosto para asociarlo con el magnicidio. «Normalmente íbamos a ganar en una sola vuelta, (pero) el asesinato de Fernando Villavicencio movió el tablero electoral», dijo el expresidente ecuatoriano. «No somos tan estúpidos (como para ordenar el asesinato). ¿A quién beneficia la muerte de Fernando Villavicencio? A la derecha«, advirtió en una entrevista con Noticias Caracol.
La ley prohíbe publicar encuestas a las puertas de los comicios. Antes de su muerte, Villavicencio marchaba segundo en la intención de voto de acuerdo con la firma Cedatos, una de las múltiples encuestadoras del país. Lejos se encuentra la candidata de la Revolución Ciudadana, Luisa González, quien conservaría el primer lugar sin inconvenientes.
Sólo un día después del asesinato de Villavicencio, Estefany Puente, candidata a asambleísta por la alianza que lidera el presidenciable Yaku Pérez, denunció haber sido víctima de un atentado al recibir un disparo mientras se trasladaba en su auto, y este mismo lunes fue asesinado Pedro Briones. Dos personas que se movilizaban en una moto y le dispararon al menos dos veces al dirigente de Esmeraldas.
¿Quiénes se benefician?
Paolo Moncagatta, decano de Ciencias Sociales de la Universidad San Francisco de Quito, aseguró que «el problema de la inseguridad y del crimen organizado que está atravesando Ecuador ya era la principal preocupación para la mayoría de la población ecuatoriana, según las encuestas». En ese sentido Moncagatta sostuvo que «obviamente cuando se asesina al candidato que tenía un discurso más directo en contra (de la delincuencia), esto va a fortalecer a los candidatos que tienen el discurso de mano dura«.
El exvicepresidente Otto Sonnenholzner es uno de ellos, pero especialmente el derechista Jan Topic, un exitoso empresario, exparacaidista y exfrancotirador de la Legión Extranjera del ejército francés que quiere llegar al poder para arrasar con las bandas criminales. Apodado como «Rambo», el candidato de la denominada Alianza por un País sin Miedo propone la construcción de más cárceles al estilo del presidente salvadoreño Nayib Bukele.
Ecuador cerró 2022 con la mayor tasa de muertes violentas de su historia, al registrar 25,32 por cada 100 mil habitantes, pero la tendencia para este año puede llegar e incluso superar los 40 homicidios por cada 100 mil habitantes. Uno de los mayores focos de la violencia que sufre el país son las cárceles, donde fueron más de 400 reclusos desde 2020 en una serie de masacres entre bandas rivales, que trasladaron sus peleas de las calles a las prisiones.
La violencia política ya se había adueñado del país en las elecciones locales celebradas en febrero pasado, cuando un día antes de la votación fue asesinado Omar Menéndez, candidato a la alcaldía del municipio costero de Puerto López por la Revolución Ciudadana. En el marco de esa misma campaña electoral fue asesinado también a tiros el abogado Julio César Farachio, candidato a alcalde de la ciudad de Salinas, mientras realizaba un acto proselitista donde quedó tendido en medio de un charco de sangre.