Página/12 en Brasil
Desde Brasilia
Lula tres. Desde este lunes, Brasil está prácticamente bajo el tercer mandato de Luiz Inácio Lula da Silva, quien recibió el diploma de presidente electo en los comicios del 30 de octubre al derrotar a Jair Bolsonaro y a su utopía de implantar un régimen neofascista por décadas.
Ante el auditorio del Tribunal Superior Electoral (TSE), en una tarde calurosa a pesar del aire acondicionado, Lula pronunció un discurso con tramos de densidad histórica. Dirigentes y cuadros del Partido de los Trabajadores (PT) abarrotaron los pasillos de la corte electoral donde se respiraba un clima de victoria, salpicado con algún comentario sobre la derrota de la selección ante Croacia y la eliminación en la Copa.
Lula citó unas veinte veces la palabra democracia a lo largo de catorce minutos de alocución. Con la voz algo vacilante, tosió algunas veces debido a un tratamiento en la laringe, fue rotundo al decir «este no es un diploma para Lula presidente, sino de una parte significativa del pueblo que reconquistó el derecho de vivir en democracia en este país. Ustedes ganaron este diploma. El pueblo brasileño escogió el amor en vez del odio, la verdad en vez de la mentira (…) en una elección donde estuvieron en disputa dos visiones de mundo. De un lado, un proyecto de reconstrucción del país con amplia participación popular. Y del otro, un proyecto de destrucción del país anclado en una industria de mentiras y calumnias que jamás se vio a lo largo de nuestra historia».
Para derrotar al autoritarismo hubo que dar una pelea larga, iniciada antes de la campaña electoral de este año. Comenzó en 2018 con la resistencia a las arbitrariedades del Poder Judicial que encarceló al jefe petista, proscribiéndolo de los comicios de 2018, ganados por el actual mandatario.
Por eso Lula elogió a los militantes del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) y del Partido de los Trabajadores (PT) acampados durante 580 días frente a la sede de la Policía Federal, en Curitiba, donde cumplió una condena fraudulenta del juez Sergio Moro, mentor del proceso Lava Jato con la simpatía de la Secretaría de Justicia de Estados Unidos.
Mientras la vigilia de Curitiba resistió el frío y la adversidad política de abril de 2018 a noviembre de 2019, los jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) no hicieron nada para revertir la sentencia de Moro, aceptada con docilidad. Este lunes a la tarde la mayoría de esos magistrados asistió a la solemnidad del acto en la corte electoral, donde aplaudió el discurso del extornero que logró volver del destierro político.
Es cierto, el grueso de la Corte, hoy por hoy, recela de Bolsonaro y prefiere la reconstrucción nacional ofrecida por Lula. Pero es recomendable tener presente los zigzagueos de estos magistrados.
En el auditorio estaban las máximas autoridades de los poderes Legislativo y Judicial, todas aplaudidas con respeto. Pero la mayor ovación del día correspondió a la «compañera Dilma Rousseff», sentada en la primera fila. Derrocada en 2016 por un golpe, Dilma es un símbolo del PT que se rehizo cuando muchos lo daban por acabado.
Según Lula, «es con el compromiso de construir un verdadero estado democrático, garantizar la normalidad institucional y luchar contra la injusticia, que recibo por tercera vez el diploma de presidente electo en nombre de la libertad, la dignidad y la felicidad del pueblo». Electo por estrecho margen en ballotage ante Bolsonaro, Lula recogió el certificado de su victoria de manos del juez Alexandre de Moraes, titular del TSE.
El jefe petista se emocionó sin demagogia al recordar su primer diploma, el que tuvo luego de su elección en 2002. Luego vendría otro por la reelección de 2006. Aquellas ceremonias –2002 y 2006– fueron burocráticas: el TSE extendió el diploma dando constancia de que uno de los candidatos resultó victorioso, sin fraude, compra de votos ni abuso de poder, por lo que podrá tomar posesión del cargo el primero de enero.
Esta vez fue diferente. Como Bolsonaro no reconoce su derrota e insiste en las amenazas golpistas, hubo que darle gran pompa inusual al acto, para dotarlo de más importancia política y adelantarlo en una semana, a fin de evitar que las falanges de ultra derecha se organicen mejor. Lula y su vice, Geraldo Alckmin, recién asumirán el primero de enero, pero después del evento de hoy, la sensación dominante en Brasilia es que el nuevo gobierno ya está en funciones.
El capitán retirado del Ejército estuvo 40 días mudo desde su derrota ante Lula. Su agenda pública consistió en visitar unidades militares con motivo de ceremonias de promoción de grado de oficiales. Nunca habló en esos eventos castrenses y retomó el habla el viernes ante un grupo de seguidores, a quienes alentó a continuar en la militancia por la intervención de las Fuerzas Armadas que son el «último freno a socialismo» .
Bolsonaro volvió a aparecer hoy a la tarde cuando saludó a otro grupo de seguidores, muchos de los cuales llegaron del «campamento de la libertad» establecido frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia donde a diario se realizan manifestaciones contaminadas con escenas de demencia colectiva.
Durante el mes y medio transcurrido desde el ballotage, el presidente saliente renunció a sus responsabilidades, dedicándose casi exclusivamente a reunirse con líderes sediciosos. En cambio Lula dirigió el gobierno de transición y la semana pasada anunció los primeros cinco ministros, presentes hoy en la ceremonia de diplomación. El hombre clave es Fernando Haddad, designado al frente de la cartera de Hacienda y un potencial heredero de Lula en los comicios de 2026. También estaba este lunes el ministro entrante de Justicia, Flavo Dino, que prometió hacer caer todo el peso de la ley en quienes la hayan violado. Léase: no habrá impunidad para los golpistas, incluso su jefe Bolsonaro. Otro futuro miembro del gabinete es José Mucio Monteio, que comandará Defensa: un conservador bien relacionado con Lula pero también con los militares y Bolsonaro. Mucio Monteiro parece más proclive a la conciliación y la pacificación con tufo a impunidad. El discurso dado hoy por Lula, no pareció sintonizado con las declaraciones conciliadoras de Mucio Monteiro: el futuro presidente fue claro al expresar la necesidad de reconstruir la democracia sin bajar los brazos ni perder la memoria ante el autoritarismo.ResponderReenviar