La flamante ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, declaró luego de su primer mes de gestión, que la realidad ambiental de su país es «mucho peor» de lo esperado. Y que para recuperar lo perdido y proteger la Amazonia, necesitará más apoyo internacional.
Pese al desafío, la ambientalista con cuatro décadas de trayectoria se siente «agradecida» por regresar junto al presidente Luiz Inácio Lula da Silva al frente de este Ministerio, el cual ya ocupó entre 2003 y 2008, batallando contra la deforestación.
Marina Silva llegó a su cargo el 1º de enero, luego de cuatro años en los que el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro fue repudiado internacionalmente y acusado de dejar el campo expedito para desforestar la Amazonia en beneficio del agronegocio.
«La realidad es mucho peor de lo que esperábamos, porque aquí teníamos un apagón», dijo Silva en una entrevista con AFP: «el esfuerzo no será pequeño, porque el desmantelamiento (en el Ministerio) que tuvimos en estos cuatro años, fue muy grande».
Su ministerio fue ahora rebautizado de Medio Ambiente y Cambio Climático, en sintonía con los tiempos. Y sostuvo la ministra que el cambio no es cosmético: «coloca la agenda ambiental en el nivel más alto de prioridad del gobierno. Eso es un cambio compatible con lo que está ocurriendo en el mundo».
La meta de deforestación cero para 2030 es un símbolo de ese compromiso, comentó Silva: «no será un camino fácil (…) Pero vamos a intentar recuperar el tiempo perdido».
Un visión transversal
La ministra explicó que el plan contra la deforestación está siendo restablecido, luego de la casi paralización de la gestión Bolsonaro. Y agregó que el gobierno de Lula quiere que las políticas ambientales sean tratadas por 17 ministerios.
Silva no adelantó metas numéricas, pero insistió en que no darán tregua a la deforestación ilegal: «queremos llevar al convencimiento de que no es un buen negocio destruir la selva (…) (…) vamos a invertir en biotecnología, turismo, agricultura de bajo carbono y otras fuentes de generación de ingresos».
«Nuestra meta es que con ese trabajo conjunto, podamos contribuir para retomar el control de las acciones de prevención y combate a la deforestación, y trabajar fuertemente en el ordenamiento territorial», dijo Marina Silva. Y explicó que la mayor parte de la deforestación ocurre en tierras públicas y espacios demarcados como «unidades de conservación ambiental» y «tierras indígenas». Por eso en los primeros 100 días de gobierno, deben ser anunciadas nuevas unidades de conservación y tierras indígenas.
Silva aclaró que no promete un Brasil sustentable en cuatro años de gestión: «vamos a hacer lo que sea posible en un corto espacio de tiempo. Solo gobiernos populistas pueden decir que resuelven problemas de esa magnitud en cuatro años (…) esperamos llegar a la COP30 en 2025 como un país que está haciendo sus deberes», dijo en alusión a la conferencia de la ONU sobre clima.
Un voto de confianza
Marina Silva tiene 64 años y viene de participar en el Foro de Davos, en el cual dice haber recibido una cálida recepción: «la gente siente que Brasil está de regreso: fue como una extensión de la recepción de la elección del presidente Lula, que se da por lo que hicimos; conseguimos reducir la deforestación en un 83 por ciento por casi una década durante los primeros gobiernos de Lula».
Estas marcas, observó Silva, le permiten iniciar su gestión con un voto de confianza internacional. «Sabemos que de aquí en adelante necesitaremos ganarnos la confianza para lo que vamos a hacer». Pero para esta excandidata presidencial, que forjó una carrera desde su nativa Breu Velho (Acre) en el corazón de la Amazonia, Brasil no puede hacer milagros sin ayuda internacional.
En materia económica, saludó la activación y ampliación del Fondo Amazonia –sus principales donantes son Alemania y Noruega– que estuvo paralizado durante parte de la administración Bolsonaro por divergencias sobre el destino de los recursos: «estamos conversando con Reino Unido, Francia, España, con todos los países para que aporten recursos al Fondo Amazonia. No queremos que sea solo Alemania y Noruega».
Los paises desarrollados tendrán que cooperar
Además de gobiernos, la ministra sostuvo que las conversaciones avanzan con empresas y filántropos. Pero Silva espera más que recursos: «esa colaboración con los países desarrollados, que sea también de apertura de los mercados para nuestros productos sustentables (…) Que lo que se produce de forma legal pueda ser una fuente de generación de ingresos, porque la Amazonia tiene 25 millones de personas«.
«Tenemos el gran desafío de pasar hacia un modelo sustentable de desarrollo que garantice que esas personas puedan vivir con dignidad», comentó Silva, quien también destacó que el compromiso contra la comercialización de oro y madera ilegal debe ser multilateral. Y agregó que espera aportes en otros frentes: «si los países desarrollados no disminuyen sus emisiones de dióxido de carbono, la Amazonia será igualmente destruida».